En algún momento de mi vida aspiré a tener la forma de Cindy Crawford o de Elle McPherson, hasta que comprendí que no hay dieta ni rutina de gimnasio que me alargue las piernas, ya que mi cuerpo tiene naturalmente una proporción diferente que el de ellas.
A esta altura, solamente me importa ponerme en forma… humana.
Forma de mujer de 43 años, madre que trabaja a tiempo completo y no tiene ni tiempo ni ganas de encerrarse en el gimnasio, ni voluntad de hierro para comer pechuguita de pollo con tomate mientras el resto de la familia come spaghetti a la boloñesa con mucho queso parmesano.
Porque si algo aprendí es que importa más sentirse bien que verse bien.
Aprendí que la forma es lo de menos:
Forma no es lo mismo que Salud
Es posible estar delgada y no ser saludable, o si no recuerda a la pobre Amy Winehouse, que era piel y huesos en sus últimas fotos.
Arriesgar la salud por cambiar la forma del cuerpo es lo que lleva a tomar anabólicos esteriodes en el mundo del físicoculturismo. Y me ha llevado a mí a tomar diuréticos, laxantes y pastillas muy cuestionables como cuento en el post de Estupideces Pasadas.
Cambiemos la obsesión por la forma, adoptando en cambio la intención de estar sanas nutriendo a nuestro cuerpito de manera adecuada y moviéndolo regularmente.
Forma no es Amor
Si queremos “ponernos en forma”, estamos implicando que la forma actual de nuestro cuerpo no nos satisface, es decir que no aceptamos a nuestro cuerpo tal cual es. El verdadero amor es incondicional, y solamente amando de verdad a nuestro cuerpo podremos darle el cuidado que se merece, ya que cuidamos mejor lo que más amamos. Comencemos por aceptar que nuestro cuerpo tiene la forma que tiene como resultado de nuestra herencia genética y nuestro estilo de vida. Apreciemos a nuestro cuerpo por todo lo que hace, y comencemos a amarlo tal cual es. Comamos bien, y movamos el cuerpito, por amor, desde la aceptación y la apreciación.
Forma no es Vitalidad
Por cambiar la forma de nuestro cuerpo, es típico que optemos por “dietas”, que usualmente restringen la ingesta calórica y a veces incluso proponen la eliminación por completo de un grupo alimentario – como por ejemplo los carbohidratos. Este tipo de privaciones requieren de nuestra fuerza de voluntad, y la fuerza de voluntad es limitada: ya bastante fuerza de voluntad necesitamos para levantarnos de la cama cuando hace frío, para ocuparnos de la casa, la familia y el trabajo en esos días cuando solamente nos apetecería descansar. Es normal que abusando de la fuerza de voluntad nos volvamos unas brujas gritonas. ¿Por qué mejor no darnos el alimento que necesitamos, sin torturarnos con privaciones? Estaremos de mejor humor y con más ganas de enfrentar los desafíos de la vida diaria.
Forma no es Felicidad
Típicamente cuando empezamos un plan para cambiar la forma de nuestro cuerpo solemos postergarnos: vamos a comprarnos ropa nueva cuando adelgacemos, vamos a sentirnos sexies cuando adelgacemos, vamos a salir más cuando adelgacemos…
¿Por qué no comprarnos ropa nueva ahora mismo, sentirnos sexy ya, y salir cuando tengamos ganas?
Una cierta forma, peso o medida no garantiza la felicidad. La felicidad hay que cultivarla cada día, y no postergarla hasta que termines la dieta.
Con todo esto no quiero decirte que te atragantes comiendo helado frente al televisor, nada más alejado de mi mensaje.
Aliméntate de manera saludable y haz ejercicio regularmente para cuidar de tu cuerpo como se merece.
Tu bienestar no debería un destino futuro. Tu bienestar debería ser la intención detrás de cada decisión sobre comida y ejercicio.
Por amor a tu cuerpo, y no para cambiar su forma.
Si no se te ocurre por donde empezar, te ofrezco el librito gratuito 4 Hábitos para Adelgazar a Puro Placer.
¡Mucho ánimo, amiga! Tú puedes conseguirlo.
Te propongo que en los comentarios nos cuentes qué acción vas a tomar, no importa qué tan pequeña, para promover tu salud y bienestar desde el amor a tu cuerpo.