Siempre me han hecho gracia esas personas a las que, cuando les preguntan qué defecto tienen, dicen que el ser muy perfeccionistas. Me hace poner un poco los ojos en blanco, porque es como si dijeran que siempre hacen todo muy bien. Además, en el fondo para mí, que no soy nada perfeccionista, eso no es un defecto, sino al contrario. Bueno, eso lo pensaba hasta ahora, porque resulta que ser perfeccionista hace que te pierdas muchas cosas.
Nunca me he considerado una persona perfeccionista y he llegado a envidiar a los que se toman su tiempo y tienen la paciencia para no terminar una tarea hasta que está perfecta (mi marido es uno de ellos, y recuerdo pasar media hora esperándole -y desesperándome- cada vez que cerrábamos nuestro bar de Madrid ¡a las cinco de la mañana! porque se ponía a repasar el almacén y a dejar todo perfectamente colocado para el día siguiente). Es decir, me gusta hacer las cosas bien, por supuesto, y me esfuerzo por terminar mis tareas y lo que me propongo de la mejor manera posible. Pero tampoco soy de las que miran al milímetro todos los detalles para confirmar que todo ha quedado megaperfecto. Creo que hacer eso le resta "espontaneidad" a las cosas y que además en muchas ocasiones no es necesario.
A ver, que se me entienda, no soy neurocirujana ni arquitecta ni hago las cosas a lo loco, y sé que hay cosas que requieren una precisión y una perfección totales, pero en el día a día y a la hora de lanzarse a hacer cosas que pueden ser muy beneficiosas, creo que es mejor ser un poco más flexibles y relajados, por decirlo de alguna manera.
Y es que, si esperamos al momento perfecto, o a tener todos los conocimientos, o a hacer algo de manera perfecta para empezar, tal vez nunca lo hagamos. Hace unos días escuchaba un podcast de Brock Johnson hablando precisamente de esto, y de cómo habían preguntado a un montón de amigos empresarios y emprendedores de éxito y la gran mayoría de ellos se había definido como nada perfeccionistas, lo cual me hizo reflexionar sobre el tema.
Pensemos, por ejemplo, en la gran decisión de tener un hijo. ¿Cuándo es el momento perfecto para hacerlo? Pues, si queremos que todas las variables sean favorables, nunca. ¿Quiere eso decir que no los tenemos? No, simplemente damos el gran paso (bueno, lo dais los demás, jajaja) y confiamos en que capearemos lo que venga de la mejor manera posible.
Con ese ejemplo de los niños quiero animaros a que dejéis de esperar al momento perfecto o a estar completamente preparados para hacer algo. En el mundo de las redes sociales, por ejemplo, sé que mucha gente no se lanza a hacer cosas nuevas porque no se ven del todo seguros grabándose en vídeo, o creando contenido diferente, o hablando de algún tema... ¿Y qué más da si no nos sale perfecto? La práctica hace al maestro. Si no empiezas nunca, no podrás ir mejorando. A mí me da un poco de fatiga ver mis primeros vídeos en YouTube o mis primeros Reels, pero estoy orgullosa de haberme atrevido a empezar y de haber ido mejorando con el tiempo. También me daba un poco de vergüenza ir a mi primera clase de yoga cuando no tenía ni idea de las posturas y me perdía en los saludos al sol, pero poco a poco fui aprendiendo y sintiéndome más segura. Y si hablamos de la primera vez que entré en una clase de baile moderno... pues me salían fatal los pasos y no era perfecta ni de lejos pero me lo pasé tan bien que me dio igual.
Una frase que me ayuda a superar esos miedos iniciales es la de que nadie nace sabiendo. Y también la de que todos hemos empezado alguna vez. Creo que es importante tenerlas presentes para ser más benevolentes con nosotros mismos, no juzgarnos y dar el paso para hacer eso que siempre hemos querido.
Eso sí, también creo que no debemos perder el afán por mejorar cada vez en esas cosas que hacemos. A lo mejor no hay que aspirar a ser perfectos o a hacer las cosas perfectas, pero sí a irnos superando cada día.
¿Qué es eso que os gustaría empezar a hacer pero que vais posponiendo por miedo a que no os salga perfecto?