Quién me iba a decir a mí que un huevo de plástico era la clave para dejar las brochas como nuevas, especialmente esas de base y productos líquidos o en crema, que acaban tiesas enseguida.
El funcionamiento no tiene misterio alguno: podemos introducir uno o dos dedos o sujetar el huevo con la mano, y con la brocha mojada y un pelín de jabón (yo he utilizado el Fairy de toda la vida y me va divinamente) frotamos sobre la superficie rayada las más grandes y sobre la moteada las pequeñas. Saldrá porquería a mogollón, pero si volvemos a mojarlas y frotamos de nuevo la espuma saldrá clara enseguida, mucho más rápido que limpiándolas solo con las manos, que es como lo hacía antes.
Además, los restos de jabón también se van enseguida y no hace falta apenas esfuerzo para enjuagarlas bien. Como paso final, el secado. Lo que me resulta más práctico es dejarlas sobre una toalla doblada de un lado para que la zona de las cerdas esté más baja y el agua pueda escurrir bien para que se sequen por completo.
El vendedor al que se lo compré ya no lo tiene, pero este otro vendedor los tiene por aproximadamente 1-1,20€, y en general sin gastos de envío. ¿Se puede pedir más por menos?
Resulta una opción eficiente y económica, alternativa a ese maravilloso (o eso se supone) guante de Sigma. Sí, ese que cuesta 40 lereles, y que yo no me voy a gastar (bueno, si me toca la lotería igual sí). Que seguramente sea mejor, pero entre lo que ocupa y lo bien que funciona el huevito, me quedo con él.
¿Qué os ha parecido? ¿Habéis probado algún artilugio de este estilo?
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