En este sentido tiene similitudes con la dieta cetogénica también de preferencia en ella se comen los hidratos de carbono de tipo complejos procedentes de los alimentos integrales quedando los azúcares sencillos y refinados fuera de lugar.
En la dieta disociada se deben de respetar totalmente los horarios de las comidas puesto que las proteínas necesitan tener un medio ácido mientras que los carbohidratos precisan de un medio alcalino para ser procesadas.
La dieta disociada se centra en la base de que los alimentos de combinarse de manera incorrecta pierden sus propiedades y dejan de ser buenos para la salud. En este tipo de alimentación se produce un déficit nutricional que hace que el metabolismo se tenga que adaptar constantemente dependiendo de los alimentos que se hayan consumido y no dependiendo de lo que el organismo necesita realmente.
Los nutrientes no se aprovechan del todo en la dieta disociada y el organismo tiene que acudir a las grasas para obtener la energía.
Esto hace que estas dietas sean peligrosas en el largo plazo porque la proteína es utilizada por el organismo para cubrir necesidades energéticas para las que en un principio la proteína no está hecha. Esto hace que el aprovechamiento de los nutrientes sea incompleto y el organismo se vea obligado a utilizar sus reservas grasas.
El planteamiento de la dieta disociada es muy similar al de las dietas higienistas y este tipo de régimen alimentario suele producir muchas restricciones de calorías dando lugar a la pérdida de peso.
Nuestro sistema digestivo dispone de las enzimas para poder procesar correctamente los distintos alimentos que comemos juntos en las mismas comidas, por lo que estas dietas no tienen un fundamento fisiológico.
Dentro de las dietas disociadas hay varios modelos, como puede ser la dieta de Shelton, la del ejército israelí, el régimen de Antoine o la de Rafaella Carrá en la que cada una tiene sus características propias pero siempre en base a los principios disociativos de los alimentos.