De rutina a vicio.
En un pis-pás.
Así de peligrosa es la cámara del móvil.
Estoy experimentado en mis carnes eso de que los cambios despiertan la mente.
Ahora está limpia, virgen y se sorprende de mucho.
Antes se quejaba perezosa, empachada de rutina madrileña, aturdida de tanto casa-transporte público-trabajo VS trabajo-transporte público-casa.
Mi entorno ha variado y de repente las cosas están nítidas.
Aprecio cada detalle de ellas, pasen ante mis ojos o lo haga yo ante ellas.
Embobada bebo del encanto de lo cotidiano. Los pequeños placeres del día a día vuelven a tener sentido.
Mucho sentido.
Y no me resisto a inmortalizarlos chutando, chutando, y volviendo a chutar.
Ya no concibo sacar a Sam de paseo si no es móvil en mano porque...
1. LAS IMÁGENES SON ESPONTÁNEAS, RÁPIDAS Y NO PLANIFICADAS.
He aprendido que todo llega cuando menos te lo esperas. Pequeños tesoros que te guardas para ti y para compartir.
2. NO HAY BRIEFING, ni expectativas que cumplir, ni tampoco decepciones.
3. AGUDIZAN EL OJO, el instinto y la capacidad de cazaz al vuelo ese instante. Ese que tú, y solamente tú, deseas y has visto.
4. LOS FILTROS maquillan y ayudan. No hacen milagritos.
5. COMPARTIR ES VIVIR. La inmediatez de las redes y whatsapp acerca a otros a vivir lo que tú tienes delante. Experimentar a través del 2.0.
Quizás los amantes de la fotografía se me tirarán encima y condenarán a muerte por perjurio. Confesar abiertamente tanta sandez es posible que no quede impune. Por pasar absolutamente del triángulo mágico (APERTURA, VELOCIDAD, ISO). Del arte que tanto se ha de practicar.
O también quizás admitan que un poquitín sí que han cambiado las reglas del juego.
Quizás, y solo quizás captar la esencia del momento, ese alma irrepetible, sea posible solo con un móvil.