Por si no sabés qué es un colónico, te invito a que busques en Google como “hidroterapia de colon” o “lavado colónico”, vas a encontrar explicaciones más elegantes que las que te puedo dar yo, pero ya que estamos te lo voy a definir brevemente: se trata de una enema automatizada en la que te meten una manguera por el culo y te mandan agua a propulsión, mientras que te sacan lo que sale y lo ves pasar por una pantalla. Disculpas, no se me ocurre realmente otra forma de explicarlo.
Durante una época de mi vida yo hubiera pagado fortunas por cualquier tratamiento que me hiciera adelgazar, y recuerdo haber leído que los colónicos te podían hacer adelgazar hasta diez kilos – lo que nunca entendí bien es cuántas sesiones había que hacer (¿tres mil quinientas?). Yo por menos de 10 kilos ni intentaba nada, es que tenía tantos para perder que bajar menos de 10 kilos no se me notaría. Y andaba muy frustrada porque no encontraba donde hacerme un colónico en Amberes.
No te voy a decir que viajé a New York para hacer el colónico porque tampoco fue así, ya andaba yo por NYC ese fin de semana por otro motivo, y fui a parar a ese spa en el Soho con otro propósito, pero esa es otra historia. Lo importante ahora es que cuando vi que hacía colónicos no me lo pude perder y enseguida hice un appointment para el día siguiente.
El resultado de mi primer y único colónico fue:
- que no adelgacé nada (esto no me gustó)
- que el blanco del ojo se me veía más blanco, para mí síntoma de que algo mi cuerpo se limpió (esto sí me gustó)
- que me quedé varios días traumada porque me habían barrido la flora intestinal, y eso parece que es cierto, dicen por ahí que el colónico te limpia la basura pero también bacteria de la buena que tenemos en el intestino
- que la terapeuta me dio un consejo que nunca olvidé (aunque me olvido de seguirlo, confieso)
El consejo fue: Masticá, masticá, masticá. Me dijo “aunque sigas comiendo lo mismo que ahora, aunque no te pongas a dieta, masticar te va a traer tantos beneficios que vas a mejorar tu salud“. Me lo decía mientras por la pantalla iban pasando los champignones que había cenado la noche anterior en Chinatown… ¡completos! Se ve que los había tragado enteros, no sabés que verguenza me dio.
Desde que empecé a adelgazar sin hacer dieta, recuerdo seguido este consejo, y lo comparto hoy contigo porque realmente me siento muchísimo mejor cuando mastico bien la comida.
¿Qué tiene que ver masticar bien con adelgazar? Mucho, aquí lo que aprendí:
a) Cuanto más masticás, más prestás atención y disfrutás lo que estás comiendo, y menos cantidad te satisface más.
b) Cuanto más masticás, más lentamente comés, y le das tiempo a tu cerebro a reconocer la sensación de saciedad, así paras de comer antes, y comes menos.
c) Masticar es el primer paso de la digestión, si tragamos los trozos de comida, no estamos digiriendo apropiadamente porque nuestro estómago e intestinos no tienen dientes. Masticar bien nos hace digerir correctamente, y así absorber más nutrientes y energía.
Tres consejos concretos para empezar ya mismo:
1) ¿Cuánto masticar cada bocado? Mi abuelo decía que 30 veces, últimamente estuve leyendo que 40 veces. Yo creo que si empezamos con 20 veces, ya es algo, y luego aumentamos progresivamente.
2) Toma bocados más pequeños, comienza por trozos de comida de la mitad de tamaño que lo habitual.
3) Deja los cubiertos sobre el plato entre bocado y bocado.
fuente: flickr creative commons
Y vos, ¿cuántas veces masticás? Dejame un comentario.