Siempre he tenido una relación de amor odio con mis manos. No tengo dedos de pianista, sino morcillas encajadas a presión sobre una palma cuadrada. Me muerdo las uñas, me doy golpes, me las despellejo y me hago cortes. No hay anillo que me quepa bien, porque a la que hace un poco de calor o camino más de tres manzanas, se me hinchan como globos de helio. Y a menudo me pican, me escuecen o me molestan.
Pero mis manos son también mi mayor fuente de entretenimiento. Son las que hacen jerséis y camisetas, plantan, trasplantan y cosechan, clavan y atornillan. Ser una maker, aunque sea una maker de andar por casa, hace que mis manos sean mi principal herramienta de trabajo.
Y las manos sufren. Después de horas pasando hebras de lana arriba y abajo, o de lijar un tablón de madera hasta dejarlo como un papel de fumar, me piden a gritos un descanso, un baño y un par de kilos de crema hidratante.
Hace unas semanas, mientras estaba preparando un post para Demodé, estuve trasteando y haciendo pruebas de tratamientos para las manos. Me lo agradecieron tanto, las pobres, que hasta me dieron pena. Y pensé que todas (¡y todos!) nos merecemos de vez en cuando una sesión de belleza de manos, ¿no? Para poder seguir cosiendo, tejiendo, clavando, atornillando y lijando sin ningún problema.
Así que vamos a repasar un poco qué podemos hacer cuando nuestras manos necesitan una puesta a punto para seguir con su actividad incansable. Porque tus manos también son incapaces de estar quietas más de cinco minutos seguidos, ¿no?
Primero: Mascarilla
Empezamos con una mascarilla de arcilla. Puede ser verde, blanca o roja. Las tres eliminan toxinas, regeneran y son una maravilla, pero la verde es más indicada para pieles grasas, la blanca para pieles secas y la roja para dolores musculares. Pero, vamos, no te obsesiones, que nos la vamos a poner en las manos, no en la cara. Puedes probar con diferentes tipos de arcilla hasta encontrar la que más te guste.
La arcilla se suele vender en polvo o en terrones, pero se prepara igual. Básicamente, ve añadiéndole agua (mejor si es agua mineral) y remueve constantemente hasta conseguir consistencia de... barro.
Para hacerla más nutritiva, puedes añadirle otros ingredientes, como aceite (de coco, de almendras dulces, de oliva) o miel (si la calientas se disolverá mejor).
Cuando tengas la pasta lista, llega la parte divertida. Como si tuvieras tres añitos y estuvieras en el parque después de una tormenta. Embadúrnate las manos. Sin piedad.
Espera a que el barro se seque. Esta es mi parte favorita. Primero, porque me siento la protagonista de una peli de serie B: "La cosa del pantano". Pero además, porque la sensación es muy curiosa. Notas la piel tensa y fresca, la capa de fuera está seca y dura y si le pasas a alguien un dedo por la mejilla, se pega un susto de muerte.
Cuando ya esté seca del todo y haya cambiado de color, solo tienes que lavarte las manos con ganas bajo el grifo...
Segundo: Exfoliante
Y mientras te la lavas, te las exfolias bien con un exfoliante suave. Hace unos meses me regalaron uno de Lush que me pareció una pasada, pero tenía detergentes y eso no me gustó nada. Así que miré bien la lista de ingredientes y descubrí que el exfoliante típico de sal fina, aceite y aceites esenciales mejora hasta el infinito si le añades... un poco de jabón líquido. Sí, sí. Eso sí, natural, sin parabenos ni detergentes!
Así que preparé mi propio exfoliante (tienes la receta aquí, en el blog de Demodé) y llevo varias semanas usándolo con resultados estupendos.
Lávate las manos con el exfoliante y retira todos los restos de arcilla que haya.
Tercero: Hidratante
Y luego solo hace falta una buena crema hidratante. Confieso que yo tengo un par de cremas de manos naturales que uso sin parar, pero puedes hacer una crema hidratante casera en dos minutos. Coge un aceite que te guste y bátelo, como si hicieras una mayonesa. El aceite emulsiona y coge consistencia de crema. Luego solo tienes que ponértelo en cantidades muy pequeñas y ya está. Si no te gusta la idea, puedes coger un aceite como el de coco, que es sólido a temperatura ambiente, pasar los dedos por la superficie y usar eso como crema. Si quieres complicarlo más, puedes calentar un poco de tu aceite favorito y añadirle un poco de cera de abeja. Remueve hasta que la cera se haya fundido, pon el líquido en un recipiente con tapa y cuando se enfríe tendrás una loción en barra estupenda para las manos.
Y ya está! Puedes hacer esto una vez por semana o solo un par de veces al mes, cuando las manos te lo pidan.
Pero hazlo, porque tus manos hacen tantísimo por ti que se merecen un día de mimos, ¿no?