Hay quienes presentan a los jugos y smoothies de fruta y verdura como la fuente de la energía y el bienestar. Té verde, yoga, un smoothie de espinaca y pareciera que te ganaste el cielo envuelta en una aureola verde de saludable santidad. Green smothies every day! Y mejor si le agregas wheatgrass, spirulina, maca, o cualquier preparado “superfood detox”.
Y por otro lado están los detractores, que dicen que por algo tenemos dientes para masticar, que procesar las frutas y verduras les quita la fibra haciendo que consumamos un montón de azúcar junta de un solo trago y, que hay que evitarlos a toda costa.
Es fácil que nos sintamos confundidas y nos preguntemos si los smoothies, por más que contengan puras frutas sin aditivos, ¿son saludables o no?
Como con todo, no hay que fanatizarse ni tomar postura ciegamente “pro”, pero tampoco acérrima “anti” smoothies.
En una alimentación completa y variada, de vez en cuando y, con moderación, todo debería estar permitido.
Personalmente desde hace un tiempo me he aficionado, como muestra mi feed de Instagram, por licuarme algún smoothie un par de desayunos por la semana.
No los tomo por miedo a no consumir suficientes frutas y verduras, estoy segura de que cada día supero las 5 porciones diarias recomendadas. Los tomo porque a veces tengo fruta o verdura que ya está blandita y no se ve muy bien en el plato, o algún resto de leche de almendras o mantequilla de nueces que no sé cómo usar.
Sin ser la gran maravilla, ni la gran solución, vengo hoy a contarte cómo en mi vida hay un tiempo y lugar para los smoothies. Aunque no todos los días, ni a toda horas.
En el desayuno:
No te voy a mentir… siento su efecto psicológico, ya lo tomas pensando que te estás metiendo un montón de vitaminas juntas en el cuerpo y le estás haciendo bien. Será por el efecto del halo verde de santa salud que yo me creo que mis días que empiezan con un smoothie estoy de mejor humor, con más energía, y me van mejor las cosas.
Además, entre desayunar un Egg McMuffin, panqueques con dulce de leche, restos de pizza fría, o un smoothie, más allá del efecto psicológico el smoothie es definitivamente más saludable. Y si tu única chance en el día de comer frutas y verduras frescas es mandarte un buen smoothie, ¡adelante!
Pero siendo líquidos, no satisfacen tanto ni por largo tiempo. Yo solamente los tomo si estoy desayunando tarde y sé que voy a comer pronto. En casos de desayuno temprano esas frías mañanas invernales cuando me enfrento a un día ajetreado, no hay como un buen pan integral con salmón ahumado, huevo poché (escalfado) y espinaca salteada. O un buen porridge (gachas) con nueces, jarabe de arce, manzana y canela. Salir con la pancita llena y calentita previene el estrés y el mal humor, y un smoothie no alcanza.
Como acompañamiento a las comidas:
De esto, paso. Suelo decir que las calorías prefiero comerlas y no beberlas, porque si bien no cuento calorías, soy consciente de que existen. Y por eso prefiero beber agua pura en vez de vino, capuccino, cerveza, gaseosas, cocktails, smoothies o juguitos.
Pero nunca digas nunca, hay oportunidades en las que relajo esta regla:
Fruxino es un local en Amberes que en realidad es una verdulería y frutería, pero con las mejores baguettes de la ciudad, que vienen del otro lado de la calle, de la panadería Dellafaille hacen unos sandwiches buenísimos armados enfrente tuyo, llenos de verduras y cosas ricas. También hacen jugos y smoothies espectaculares (como el Paradise Shake ananá, mango, papaya y maracujá por ejemplo), y ahí suelo tentarme y comprar una botella para acompañar mi sandwich esos mediodías laborales o de sábado shoppinguero en la ciudad.
Restaurantes de alto nivel con estrellas de Michelin, que ofrecen maridaje de jugos con cada plato – como de manzana, apio, jengibre. Un ejemplo local en Amberes es L´Epicerie du Cirque, en semejante caso excepcional sacrificaría mi pura agua mineral y sería capaz de beberme parte de la comida. Ok, bueno, algún vinito de vez en cuando también me tomo, que no soy fanática de nada. Como merienda o snack por la tarde:
He aprendido a saltearme la merienda y cenar temprano, es una costumbre que adquirí en Europa del norte donde se cena muchísimo antes de las 10pm como en España o Argentina. Si comiste bien al mediodía, llegas bien a cenar a las 6 o 7 y, te ahorras una comida que típicamente tiene poco valor nutricional, por lo menos en Argentina es té/café con facturas (bollería), galletas o torta (pastel).
Como para no salir de la oficina con principios de hambre y llegar a casa famélica, estado peligroso si los hay a la hora de ponerse a preparar la cena, suelo comer una manzana antes de salir del trabajo. Y no es lo mismo una manzana, bien masticadita que de paso te limpia los dientes, que un smoothie con fresas, frambuesas, arándanos, yogur, banana, miel. Mira cuando llenan la licuadora la cantidad de ingredientes que ponen, piensa si serías capaz de masticar todo eso de una vez. Seguro que no te lo terminas, porque o te llenas, o te aburres, o se te cansa la mandíbula antes. Y sin embargo todo junto en una botellita de medio litro, te lo zampas en un par de tragos, y luego cenas como si nada, con el aporte calórico del que ni te diste cuenta.
Claro que de vez en cuando he tomado un buen jugo de frutas y verduras en algún aeropuerto entre comidas, en esos momentos en los que no sé si tengo hambre o no, estoy cansada y necesito algo que me refresque. Los que ya vienen embotellados no me tientan para nada, no me parecen naturales aunque lo sean. Pero los frescos que hacen en el momento enfrente tuyo, por ejemplo de la cadena belga Guapa en el aeropuerto de Charleroi, o Helixir en el de Zaventem, siempre me han sentado muy bien.
Y si pinta merienda en Buenos Aires y hay que elegir entre chocotorta, o un buen smoothie, el smoothie gana. Pero un auténtico smoothie de pura fruta y verduras sin aditivos, no el trucho licuado de banana con leche y azúcar, por favor. Favoritos porteños son The Factory y Buenos Aires Verde.
Pero que quede claro que para consumir verduras, no hay nada mejor que en el plato y a masticar: las hojas verdes saben bien en el “medio plato” de ensalada, o al vapor, o salteaditas con ajo y cebolla.
Se puede agregar hojas de espinaca a la sopa (en crudo, es muy fácil, si la sopa está caliente se “cocinan” solas al mezlar), echarle arvejas al omelette, rallarle zucchini/calabacín a la salsa bolognesa… ¡hay tantas formas de agregar verduras a tu vida! Los jugos y smoothies no son ni la única, ni la mejor manera.
En conclusión: si te hace feliz, si es de vez en cuando, si es con moderación, si los ingredientes son puros y naturales… ¡dale con ganas a los jugos y smoothies!
Te dejo aquí una idea de smoothie hecho en casa, como es típicamente mi caso las cantidades son “a ojo”, para experimentar.
Muy fácil, en uno, dos, tres pasos:
1) Primero proceso las hojas verdes (en este caso espinaca) con agua
2) Después le agrego la fruta más blanda. Nada de azúcar ni endulzantes, a lo sumo si la mezcla no es dulce, un dátil le da el toque necesario (este ejemplo mango, maracuja, banana)
3) Para decorar frutas secas, coco rallado, semillas, etc
¿Qué te ha parecido?
Te invito a dejar comentarios: ¿te declaras amiga o enemiga de los smoothies? ¿O tal vez conocida ocasional como yo? ¿Los tomas en casa, o comprados? ¿Cuáles son tus combinaciones preferidas?