¿Por dónde empezar? aprendiendo a gestionar tus emociones, escucharte, a mirar qué te está pasando. Si estás cansada, estresada, molesta contigo misma o con tu pasado, es muy probable que no puedas mostrarles a tus hijos lo que realmente tienes para dales.
No es tan titánico como suena, es más bien un camino que puedes emprender y que, día a día, puedes ir trabajando. Habrá días en el que no te va a resultar y sentirás que retrocediste, pero así es el camino. Piensa que has vivido sin ser consciente de que necesitabas aprender primero tú.
No te sientas mal contigo, ni te cuestiones, mira lo que estás haciendo bien para fortalecerlo y después revisa qué podrías haber hecho diferente para cambiarlo en la próxima vez.
La autoestima afecta en cómo nos vemos a nosotros mismos, en como son nuestros pensamientos acerca de nosotros y todo lo que nos acontece, influye también incluso en la calidad y cantidad de nuestras relaciones sociales.
En la etapa adolescente la autoestima constituye uno de los factores que permite la superación personal, su importancia radica, en que, si es negativa, genera pérdida de confianza en sí mismo que conllevaría a que se sienta disminuido, de lo contrario conllevaría a una autoconfianza. Las personas con baja autoestima tienden a establecer relaciones de dependencia, tanto si estas relaciones son con una pareja o con amigos y familiares.
La necesidad de sentirse valorados es constante pero cuando esa valoración positiva se recibe se rechaza por sentirse inadecuados o con falta de méritos.
El nivel de autoestima de una persona depende de las actitudes, comentarios y sentimientos que los padres y personas significan le transmitan. Si como padres, confías en ellos, les haces ver sus progresos, los apoyas en los problemas y les ayudas a trabajar sus errores su autoestima será alta y se sentirán seguros.
La imagen que una persona tiene de sí misma abarca desde su apariencia física hasta sus conocimientos, sus actitudes, sus creencias, sus potenciales, sus habilidades, su capacidad para relacionarse y para resolver problemas.
Si conseguimos valorar las propias cualidades, sin atender demasiado a los defectos personales, podremos mejorar la forma de afrontar tanto las situaciones favorables como las desfavorables. Además, si conseguimos cambiar la comunicación con nosotros mismos y con los demás de forma que nadie salga perjudicado, todos saldremos beneficiados.