Los estereotipos de belleza son tiranos. Vivimos en una sociedad en la que todo lo que marca la diferencia se vende como falto de atractivo, y por lo tanto, de interés. Tienes que tener una talla 36 (o menos), medir 1,70 metros, ser de raza blanca y no cumplir nunca más de 30 años, es decir, parecerte lo más posible a una top model profesional. Encima nos venden el engaño de que si no estás metida en ese canon es porque no te esfuerzas lo suficiente: o no vas al gimnasio todo lo que debieras o no cuidas tu alimentación como una it girl. Y si eso no te funciona, deberías pensar en acudir a un tratamiento de cabina o quirófano. Puedes comprar un bono de cavitación por 50 euros, una inyección de Botox por 80 euros o un pecho nuevo por 2999 euros. La que no se lo practica es porque no le gusta cuidarse y ha escogido de manera voluntaria quedar relegada a un peldaño social más bajo, para feas, gordas y viejas.
No quiero decir con esto, que a las mujeres que se ganan la vida profesionalmente con sus cuerpos, ya sea en la pasarela, en la pista de atletismo o en un trapecio del circo, les haya venido dado todo de serie. Supongo que esos brazos perfectamente contorneados, ese pecho firme y esos abdominales tersos que lucen los “ángeles” son una mezcla de 20% ADN, 20% juventud, 20% aerografía, y 20% ejercicio y 20% dieta. Pero la cosa se complica cuando tienes que desarrollar tu carrera profesional como maestra, dependienta, secretaria, ingeniera, médico o peluquera, y además la sociedad espera que tengas el cuerpo de una modelo. Y si además tienes que encargarte de tu casa y/o de tus hijos… Quedas literalmente condenada a no poder tener ningún hobbie el resto de tu vida que no sea ir a clases de cardio box, ponerte mascarilla y comer alfalfa.
Aquí podéis ver una campaña que llevó a cabo hace unos meses BuzzFeed en las playas de Malibú, en la que se invitó a una serie de modelos no profesionales a posar con la colección de baño de Victoria’s Secret, con el objeto de ver como sientan sus diseños a otro tipo de chicas que seguramente no cabrían en el concepto de “ángeles”. Y me resulta muy curioso el hecho de que no he encontrado ninguna reseña de esta acción en prensa femenina española, aunque la nota sí fue difundida en su día por EuropaPress.
Sí se dio algo más de repercusión a la campaña de Lane Bryant que difundió el hastag #Imnotanangel #Nosoyunangel, que fue protagonizada por modelos de talla grande. Pero tampoco fue una locura la cobertura en medios femeninos conocidos, y supongo que algunos tuvieron que hacerlo solo tras ver el revuelo que generaba en las redes sociales, y aprovechando también el tirón que tienen últimamente las modelos Plusize.
Pues no, yo no quiero ser un ángel. Yo no quiero que los hombres babeen cuando paso por su lado en la playa. Quiero que me respeten, y me traten como a una igual. Mi cuerpo es mío y con él hago lo que me da la gana. A veces lo cuido, y a veces lo maltrato. A veces, también me apetece ponerme mona. Pero no me gusta la idea de que sirva para complacer las fantasías calenturientas de cuatro machos embrutecidos. Las mujeres somos algo más que un cuerpo. Y sí, me gustaría que los medios de vez en cuando, me enseñaran a otros colectivos de mujeres a los que podría querer parecerme.
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