Vamos al grano. Una clase magistral de alta costura nos ofreció Zuhair Murad por medio de la guapísima Blanca Suárez, que reunió, paradójicamente, en un mismo vestido: sofisticación y sencillez, elegancia y sensualidad, clasicismo y modernidad. Acertó con el precioso color púrpura, la elección del nácar para vestir su clutch, la sobriedad de las joyas y el pelo, que no aportaba más pompa de la que ya rebosaba. Las comparaciones son odiosas, lo sé. Pero no puedo evitar que me venga a la cabeza el estilimo de la actriz Clara Lago, a la que le pusieron diez años encima con un moño excesivamente trabajado y un maquillaje a lo Rocío Jurado. ¿Qué necesidad había de jugarle este mala pasada a la joven, que tantas miradas iba a acaparar con el beso a su galardonado chico?
“Sublime” es el calificativo que se me ocurre para describir el look de Marta Hazas. Vestida de Jorge Vázquez, enarboló la archi utilizada frase de “menos es más”, y se limitó a lucir con clase un vestido en líneas rectas cuyo toque sexy residía en su espalda. Acertó de pleno con la imperfección de las hondas de su melena.
Con unos jeans y una camiseta hubiésemos encontrado igual de guapa a Nieves Álvarez. Olé por por apostar por la innovación con este Stephane Rolland. Aunque hay que reconocer que este vestido no es apto para todos los públicos. De hecho, estoy convencida de que llevar este modelazo, para el común de las mortales, resultaría no sólo diferente, sino que me atrevo a decir: cruel.
Fan, fan, fan declarada de Elena Anaya. Rezuma dulzura por los cuatro costados. Y sin ir de sex symbol, desprende un halo de sensualidad difícil de superar. Llevar un vestido en blanco roto, con escotazo y sin sujetador, y no caer en lo vulgar, parece totalmente imposible, si no llega a ser por sus divinas proporciones (y no me refiero sólo al estilo “diosa griega” de su Sybilla). Minimalismo en estado puro. Casi tanto como el que desprendió Massiel; ése sí que era para quitar el hipo.
Un paisaje bucólico y los diálogos de las Églogas de Garcilaso. En eso pensé al admirar a Dafne Fernández, con su vestido malva y sus flores de The 2nd Skin Co. Es otra de esas creaciones que tampoco todas pueden pasear.
Las amiguísimas Penélope Cruz y Goya Toledo coincidieron en su estilo de princesa del siglo XXI. Pero al contrario que el resto de clasificaciones, la mía incluye a la segunda y descarta a la internacional Pe. Pues sí, ¿y qué? Me quedo con el impresionante degradado de color, brillos y pétalos de la tocaya de estos premios. La caída de su vestido, y también la de sus pendientes, el pelo… Todo, menos esas manitas que asoman a través de los bolsillos semitransparentes del vestido de Elie Saab… (Ejem). Pecata minuta, ¿no?
¿Es el blanco el nuevo negro? Cada vez hay más famosas que se decantan por este color para sus looks de fiesta. Uno de los que pudimos ver sobre la alfombra rosa, el de Cavalli Atelier de Barbara Lennie, a juego con su corte de pelo (mejor peinado en los Premios Feroz y un tanto relamido en esta ocasión).
Para muchos, poco o nada destacable el Basaldúa de Andrea Duro. Para mí, impecable cómo le sentaba este corte sirena. Los complementos, el peinado y su “porque yo lo valgo”, me hacen incluirla en mi lista. Y por cierto, un poco de esta seguridad le falta a la fantástica María León, que no consigue defender sus estilismos con seguridad, nos gusten más o menos.
Una mención de honor se merece Ana Belén. Yo lo titularía: “Cómo vestirse pasados los cincuenta sin perder la dignidad”. …Y me abstengo de dar nombres.
Y hasta aquí mi particular análisis de la fiesta del cine español. El primero de muchos, espero. Una velada que no dejó indiferente a nadie, que encumbró a unas cuantas y sepultó a otras tantas. Espero que os haya gustado o, por lo menos, que os hayáis quedado con un buen sabor de boca: el de los Premios Goya 2015.
Imágenes: vogue.es
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