Todos sentimos curiosidad, en cada una de las ediciones, por quiénes serán los premiados por la Academia del Cine en los Premios Goya, pero está claro que muchos esperamos expectantes el plantel de actrices que, en su paseíllo por la alfombra roja nos hacen removernos, desde el sofá de nuestra casa, tanto por su originalidad, como por su elegancia, sencillez, sensualidad… Sabemos de sobra que un vestido a lo Penélope Cruz o Goya Toledo es sinónimo de acierto en una gala de este tipo. Por eso me gusta decantarme por aquellas que, incluso bajo la gran presión, se inclinan por lucir vestidos diferentes, impactantes, sorprendentes, que causen un sinfín de sensaciones en el espectador, a veces contrapuestas. Y la que me ha soprendido gratamente en la presente edición de los Premios Goya ha sido Macarena Gómez. Con su habitual osadía y una gran dosis de feminidad, me ha cautivado con este vestido de Teresa Helbig, estilo años cuarenta.
Por un estilo más juvenil se ha decidido Marta Hazas: un dos piezas (o lo parecía) firmado por Carolina Herrera, de ahí que juventud y elegancia, cualidades que no siempre consiguen aliarse, se hayan posado sobre la actriz. Y aunque a veces hablamos de originalidad, es obvio que ésta abarca una línea infinita de matices e intensidad. Aun así, podemos afirmar que María León llegó casi al infinito con este vestido de Leandro Cano. Aunque no sé si me gusta únicamente por sí solo o porque hace unos meses tuve el placer de asistir a unas ponencias en las que participaba y me resultó verdaderamente agradable, humilde y educado. Georges Chakra fue el elegido por Nieves Álvarez, otra de las que siempre da en el clavo y que nunca nos ofrece dos vestidos iguales. Un volcán en erupción es la imagen que me vino a la mente al posar sobre el photocall de los Goya. No me siento enormemente atraída por los escotes en uve que buscan llegar al ombligo, pero confieso que Uel Camilo y Lorenzo Caprile me han cautivado a través de los vestidos de María Adánez y Cayetana Guillén Cuervo: el amarillo lima y el rosa cuarzo, opuestos y contrarios, han provocado sensaciones muy parecidas en mí. Natalia de Molina y Amaia Salamanca han sido seducidas también por los colores claros: la primera con un sinfín de florecitas superpuestas que evocaban la paz de la naturaleza (Georges Hobeika) y la segunda con un frontal sobrio y una espalda para admirar (Pronovias). Aquella con complementos armónicos y perfectamente empastados; ésta rompiendo la suavidad del tono empolvado con un Serpenti turquesa en su mano derecha.
El estilo “Sofía Loren” suele pisar todas las alsombras, y en esta ocasión lo hizo suyo Juana Acosta. Y aunque hay que saber llevarlo sin caer en el tópico, lo consiguió de la mano de Isabel Basaldúa y un peinado y joyas apropiadísimas. Y si el negro es el clásico por antonomasia, el azul oscuro le va pisando los talones. Esta vez sí acertó Clara Lago junto a Georges Chakra. “¿Pero dónde está el Elie Saab?” -os debéis de estar preguntando-. “Con Silvia Abascal”. Impresionante. De acuerdo, puede que echéis también de menos la vistosidad y el glamur de los brillos junto al infalible negro; esas líneas sinuosas dibujando el cuerpo femenino con acierto y maestría. Pues la experta en apariciones públicas de postín Isabel Preysler apareció radiante con esta creación de Uel Camilo.
Yo estaré unos días saboreando las mieles de las delicidas que nos han ofrecido estos Premios Goya, no sé vosotras. Y cuando baje la marea…, esperaré con impaciencia, un año entero, para ser sorprendida de nuevo por el desfile de vestidos que triunfarán en los Goya de la próxima edición.
Imágenes: www.vogue.es
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