Por eso, cada vez que descubro una nueva prenda venida de décadas pasadas, siento mariposas en el estómago y me imagino enfundada en su estampado, viéndome pasear por los Campos Elíseos o la Quinta Avenida, quitándome un guante para sujetar un café con leche, mientras con la otra mano bajo ligeramente mis gafas cat eyes, para observar los maniquíes de los escaparates que van apareciendo a mi paso. Puedo incluso percibir el olor a café y a contaminación, eclipsados por el aroma de mi Chanel Nº5, y oír el ruidoso rastro del tráfico neoyorquino.
Y ahora es cuandod digo: despierta, a lo que ibas. Pues eso. Que me chiflan las faldas midi, tanto evasé, como a tablas, entubadas o aquéllas a las que nuestra madres llamaban “falda-pantalón” y ahora se acerca, a los rescatados “pantalones cropped” . Que levanten la mano aquéllas a las que estas imágenes no les inviten a… soñar.
Sé lo que estáis pensando. No todas podemos salir a la calle de esta guisa y no parecer un espectro de Los otros.
Color block en estado puro, y una falda, o pantalón, con mucha personalidad.
Y aquí están todos los elementos susceptibles de obtener un look de diez: falda vaporosa a base de volantes, americana oversize abrochada con cinturón masculino y unas mules. Todo ello rociado con unas gotitas del clásico e infalible black and white.
Largo fifties pero aspecto seventies. Ante, bordados y tachuelas… ¿Y Stan Smith?
¡Sí, sí, sí! He aquí el clímax de la femineidad. LBD con forma de pencil skirt, sobre una silueta perfecta, gafas de pasta en color nude y unos Laboutin que se funden con unas piernas de cine.
De acuerdo, en este justo momento se rompe del clímax. Pinceladas de color sobre un vestido vintage, a modo de collage, las sunny de moda, bolsito acolchado y… zapatillas de deporte. Es entonces cuando despierto sobresaltada y doy un salto al vacío: del séptimo arte en blanco y negro, a las vanguardias. Y en zapatillas.
Imágenes: Vogue.
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