Esta es una entrada diferente. Este vestido no lo podéis comprar porque hace varias temporadas que se agotó. Hoy no vengo a enseñaros nada que podáis copiar ni a recomendaros ninguna prenda. Solo vengo a hablaros del vestido que nunca salió del armario.
Este vestido rojo de zara con lazada en el cuello estuvo a la venta en la temporada 2018-2019. No recuerdo exactamente qué mes lo compré, pero sí recuerdo que tenía grandes planes para él. Sin embargo, nunca llegó a ver la luz por varias razones que hoy os cuento y que tienen que ver especialmente con los cambios físicos y la falta de autoestima.
Para mí, subir estas fotos significa algo importante. Superar algo que tenía atascado desde hace varios años. Y es que a veces la ropa puede adquirir una dimensión más simbólica en nuestra vida hasta un punto que ni siquiera imaginamos.
Como he dicho antes, no recuerdo exactamente en qué mes me lo compré. Lo que sí recuerdo es que estaba en clase no atendiendo (lo siento, profes) mientras miraba la página de Zara una y otra vez. Tenía dudas porque parecía que no iba a poder coger el bajo del vestido y me daba miedo que me quedase largo. Problemas de bajitas. Tanto es así que mi compañera de atrás, que me estaba viendo, me dijo que me lo comprara de una vez, que me iba a quedar genial.
Cuando llegó el vestido tenía algunos issues. Zara no es famosa por la mejor costura, así que tuve que llevarlo a una modista de confianza a que me lo arreglara porque hacía arrugas feas. Entre el tiempo que tardó en estar listo y el tiempo que tardaba en llegar el momento ideal para sacarlo en el blog (dudaba entre San Valentín o Navidad), cuando lo quise sacar... ¡Ya no me entraba bien!
Sí, como lo leéis: no me entraba. Es un vestido fabricado con una tela muy poco flexible que solo beneficia a una figura delgada, así que en cuanto cogí un poco de peso el vestido no quedaba bien. Llegó hasta el punto de no cerrar.
Y así el vestido se pasó varios años sin salir del armario... hasta esta semana.
Cada vez que abría el armario y veía el vestido colgado en su percha era un recordatorio constante de que había engordado. Se debió principalmente a un desajuste hormonal que me costó mucho controlar y lo logré mejorando la alimentación y haciendo ejercicio casi diariamente. Eso me trajo muchos problemas de autoestima porque no me sentía a gusto con mi cuerpo. No me sentía yo. Y el hecho de estar sacándome fotos tan a menudo para el blog no ayudaba.
Hay fotos que veo a día de hoy y no me reconozco. Probablemente vosotros no os deis cuenta, pero yo sí sabía por lo que estaba pasando.
Intenté ponerme este vestido en varias ocasiones, pero siempre quedaba mal. Cada vez que llegaba una fecha en la que el vestido me parecía perfecto para la ocasión me dolía un poco por dentro. Se convirtió en un recordatorio de que no estaba conforme con mi cuerpo.
Este verano, por diversas circunstancias, bajé de peso considerablemente en poco tiempo. El hecho en sí no me hacía gracia porque no fue un buen momento en mi vida, pero intentando sacar el lado positivo de la situación rescaté el famoso vestido y me lo probé. Casi lloro de alegría al ver lo bien que me quedaba. No dudé ni un momento en hacerme fotos con él porque necesitaba verme ahí. Necesitaba superar ese bache de autoestima conquistando de nuevo el vestido que nunca había salido del armario. ¡Me sentí guapísima!
Y esta es la historia del vestido que nunca salió del armario.
Fotos hechas por Manuel Laya / Luxmantica Photos