Este año se cumplen 50 de aquel “Verano del Amor” contestatario, revolucionario, pacifista, excesivo y espiritual. Porque el movimiento hippie aúna estas y muchas más características. ¿Quién no ha tenido nostalgia por no haber podido vivirlo directamente? Yo, desde luego, le daría al botón del año 1967 si tuviese una máquina del tiempo.
Nos queda, al menos, disfrutar de las influencias que la alegría y positivismo de esa generación han dejado como legado a las posteriores. En la cultura, en la política y en la sociedad, nada volvió a ser igual tras la irrupción de los hippies y su “Amor y paz y nada más”. Una estética y una ética rompedoras e intensas. ¡Merece la pena hacer un repaso por su historia!
La invasión de los Flower Children
La inimaginable marea de adolescentes y jóvenes que se movilizaron el verano de 1967 con destino a la ciudad estadounidense de San Francisco, marca el punto de partida de lo que pasaría a la historia como movimiento hippie. En el barrio de Haight-Ashbury, se concentraron más de 100.000 participantes unidos por un mismo espíritu reivindicativo. La llamada “invasión de los Flower Children”. Pantalones acampanados, diseños étnicos y colores brillantes contrastando con las elegantes casas victorianas de la zona. Y, mucho arte. Música, pintura, artesanía… cualquier manifestación cultural era bienvenida. De hecho, la ciudad se llenó de tiendas de ropa, librerías, galerías de arte, restaurantes… al gusto de los nuevos visitantes.
Sin embargo, ya se atisbaban desde esos primeros días del llamado “Verano del Amor” las que serían sus sombras. La anárquica expansión desembocó en un caos incontrolable. El deseo de experimentar condujo al consumo de drogas y sus terribles consecuencias. Y, todo, a una velocidad vertiginosa. Tanto que los propios activistas celebraron ese 6 de octubre un simbólico funeral por la muerte del movimiento hippie.
Pero, prematuro porque aún tenía que llegar Woodstock, sin duda, el cenit del movimiento hippie que reunió durante tres días a 500.000 personas. El macroconcierto del año 1969 en el que participaron figuras como Simon & Garfunkel, Joan Baez, Santana, The Who, Joe Cooker, Jefferson Airplane… Aunque probablemente son Janis Joplin y Jimmi Hendrix los verdaderos iconos de lo que significa la psicodelia. Jóvenes, indomables, con una vida tortuosa y… muertos antes de los 30 años. Representantes perfectos de una de las frases que sirvieron de lema a los hippies:
“Aprende como si fueras a vivir toda la vida y vive como si fueras a morir mañana”
¿Y estos melenudos…de dónde salen?
Provenientes en su mayoría de una clase media acomodada, criados bajo un modelo consumista que les ofrecía un sinfín de comodidades, con un nivel de estudios alto, ¿por qué renunciaron al “american way of life” que era la envidia del resto del mundo? Básicamente, porque se sentían encorsetados, limitados en una sociedad con normas muy rígidas. En el aburrido mundo burgués no había cabida para la liberación de la mujer o para la lucha antirracista, dos movimientos que estaban cobrando protagonismo en esos años.
Abandonaron sus peinados estructurados y se soltaron la melena en sentido literal. Sustituyeron pantalones de pitillo y cinturas marcadas por pantalones de “pata de elefante” y camisetas sueltas. Una imagen andrógina, ambigua, que servía para igualar a hombres y mujeres. Caftanes musulmanes, faldas largas al estilo gitano, casacas militares, blusones hindúes… la ropa era parte insustituible de sus mensajes y sus frases de reivindicación, como:
“Si quieres que el mundo cambie, comienza por ti mismo”
“No necesitas una espada para cortar flores”
“El hombre nace libre, responsable y sin excusas”
Una auténtica revolución de valores
Porque lejos de ser un mero movimiento estético, los hippies atesoran una profunda filosofía de vida tras su aparente ingenuidad. Mezcla de las más variopintas influencias ideológicas que abarcan desde el marxismo (en sus críticas a la sociedad capitalista) al existencialismo (búsqueda de la libertad individual) o el psicoanálisis (lucha contra las represiones). Una nueva forma de pensar y entender el mundo que batallaba, sin violencia, por darle la vuelta a la sociedad y sus estructuras. Pacifistas y antibélicos, es imposible olvidar sus lemas,
“Haz el amor y no la guerra”
“No hay camino para la paz, la paz es el camino”
Y, eligieron hacerlo retirándose de la sociedad conservadora. Crearon sus comunas, en las que se vivía sin ataduras ni jerarquías, compartiendo todo. Incluso, la educación de los niños pequeños. La forma de visualizar su “Prohibido prohibir”. También se autogestionaban en los recursos, convirtiéndose en artesanos, en agricultores, constructores de sus viviendas… Una vida de respeto a la naturaleza, que llevo a muchos a hacerse vegetarianos porque como decía Janis Joplin: “Ama a tus amigos animales, no te los comas.”
La herencia cultural Hippie
Aquella “locura” y explosión de excesos no podía durar mucho. El movimiento hippie no sobrevivió a su propio caos. Sin embargo, ha dejado una huella imborrable y trascendente, mucho más de lo que ellos mismos buscaban. Su estilo de vida natural, el respeto a las libertades sexuales, el protagonismo de las mujeres, la aceptación de las diversas culturas o religiones y su generosidad son principios reivindicados por distintos colectivos en nuestros días.
El ecologismo, el feminismo, las organizaciones humanitarias, la vuelta a una alimentación más saludable son todos herederos de los avances conseguidos gracias a la generación hippie. Su ideal de defensa de la justicia social a través de la no violencia ha marcado otra manera de plantear la política y las relaciones sociales. Incluso, instituciones tan tradicionales como la familia se han abierto a otros modelos también por la ruptura que supuso la visión de las relaciones interpersonales que estos jóvenes de los 60 propusieron. Sus “Si quieres la paz, trabaja por la justicia” o “La solidaridad y la paz van de la mano” no pueden estar más vigentes en nuestros días.
.