Casi siempre se ha asociado el sombrero a la figura masculina. Si recordáis un poco, clásicos del cine como Cary Grant o Humphrey Bogart, grandes figuras de estilo y carisma, hicieron del Fedora o Borsalino, (uno de los característicos sombreros de la historia y cuyo origen es Italia, creado por Giusepe Borsalino), uno de los más relevantes iconos, proporcionando elegancia y distinción.
Además del Fedora, los sombrereros se decantan por diferentes hormas, ya sean de copa rectangular, asimétrica o redonda, dependiendo del estilo del cliente, pudiéndose personalizar y decorar también con cintas o plumas. De igual forma, el ala del sombrero puede llevarse hacia abajo, hacia arriba o elevada hacia un lado. Puede ser ala corta o ancha y con bordes cosidos o naturales. La elección de esta parte del sombrero debe ir en proporción a la altura y anchura de los hombros de la persona.
Los sombreros de invierno suelen ser creados con fieltro de lana, o con fieltro de conejo, este último aporta un extra de exclusividad y lujo.
Actualmente son muchas las mujeres que cada vez llevan más este tipo de complemento. Hay que tener personalidad para llevarlo. No es solo cuestión de atrevimiento, sino de ir abrigada, ya que cuando una persona cubre su cabeza con esta prenda, se protege del frío y en verano, del sol, haciendo sombra como su fiel nombre indica.
Si retomamos la época del cine clásico, volvemos a toparnos, en este caso, con figuras femeninas, de la mano de Ingrid Bergman en Casablanca, luciendo el Fedora, y que hoy en día es un complemento atemporal.
El sombrero en sí, es una pieza que le hace única a la persona que lo lleva. Le da ese toque de sofisticación, acompañado de carácter y buen gusto. Marca una distinción, cuida los detalles de su vestimenta aportando así elegancia.