Me encanta este vestido. Mi madre se lo compró para mi boda en un outlet en la Calle Almirante de Madrid.
Una vez que pasó el eventazo, me dijo que podía arreglármelo para que pudiera usarlo yo. Así que, la apañada de mi tía sacó todo lo que pudo de la parte del cuerpo para que servidora pudiera meterse dentro.
Lo que más me gusta de él es ese aire 50´s tan femenino, que sienta fenomenal. Ponérselo es sentirse princesa por un día.
Pero también me encanta el color, que favorece mucho, y la manga francesa hace prescindir de chaqueta en las bodas más fresquitas de primavera y otoño.
Tenía claro que para lucir el cuello chimenea, tenía que recogerme el pelo.
Mi pensamiento inicial fue el de un moño bajo, sencillito y natural, como en los peinados DIY que os enseñaba hace unas semanas AQUÍ.
Pero resulta que la chica que me peinó tenía requete ensayado este mono trenzado que al final me hice, y preferí no arriesgar.
Como el vestido era lo suficientemente importante, pasé de gargantilla y sólo me puse unos pendientes de Parfois y una pulsera que mi mejor amiga me había prestado hace tiempo y que rescaté del joyero. Salones de Zara y a correr.
Me encantó el mimo que los novios pusieron en el cuidado de los detalles.
Alguna lagrimita se escapó cuando descubrimos que nos habían escrito una nota personalizada para cada uno de los invitados, que no eran pocos.