Según Wikipedia , los primeras referencias sobre el uso de perfumes y ungüentos datan de la época del pueblo sumerio, considerada la cuna de nuestra civilización, unos 3.500 años antes de nuestra era. Sin embargo, estos productos quedarían unidos al mundo civilizado de manera definitiva de mano de los egipcios, que lo asociarían a sus actos de embalsamamiento y le otorgarían poderes purificadores. Aunque ya hay evidencias en esta época de que las mujeres utilizaran perfumes como complemento cosmético, el arte de la perfumería no se instaura hasta la época de los griegos. Fueron ellos los que añadieron un continente bello: vasijas de cerámica decoradas con animales mitológicos, formas geométricas o escenas conmemorativas y cuya costumbre perduraría hasta nuestros días.
Los componentes de todos los perfumes que conocemos en nuestros días son básicamente los mismos: aceites esenciales (naturales o sintéticos), disolvente (alcohol en la gran mayoría de los casos) y un fijador para prolongar el aroma. Después, dependiendo de la intensidad de su olor se clasifican en Perfume (15 – 45 % de esencia aromática), Eau de perfume (15%), Eau de Toilette (entre el 7% y el 15%) , Eau de Cologne (concentración similar al Eua de Toilette, pero de esencias cítricas) y Perfumes Splash o brumas ( 1% de concentración). Otra clasificación existente es por las esencias predominantes en las mezclas, donde existen siete familias:
Hespéride. En esta familia se agrupan todos los perfumes constituidos principalmente por cítricos tales como la bergamota, el limón, la naranja, la mandarina y el pomelo. Estos perfumes se destacan por su frescura y ligereza, y comprenden las primeras “Eaux de Cologne “Eau Impériale”, de Guerlain (1853) pertenece a esta familia, una de las más antiguas en perfumería.
Floral. Son las fragancias clásicas y representan una gran familia. De una única nota floral, se pasa a mezclas más complejas de rosa, violeta, narciso, tuberosa o alhelí. La familia floral es de lejos la más amplia y sus notas entran, como base o complemento, en más de la mitad de los perfumes que se comercializan hoy en día. Muchos perfumes femeninos de la casa Chanel pertenecen a esta familia, como el Nº5, N.º 19 o Coco Mademoiselle.
Fougère (helécho). No significa que la fragancia trate de reproducir el olor a helecho, sino de evocar el ambiente de un bosque. Se realiza en general con notas de lavanda, musgo, romero, tomillo y cumarina. A esta base se pueden añadir matices aromáticos, florales o afrutados, cilantro, o artemisa. Es muy común para perfumes masculinos. CK IN2U Him de Calvin Klein pertenece a esta familia.
Chipre. El éxito de “Chypre” de Coty en 1917 dio origen a la familia clásica de los perfumes de tipo chipre. Su base son las notas de musgo de roble y de pachulí. Puede combinarse con esencias de humo y madera para perfumes masculinos, o con notas frutales en los femeninos. Sublime de Carolina Herrera pertenece a esta familia.
Madera. Se trata de notas calientes, como el pachulí, el aroma del cedro o el vetiver, muy asociados a fragancias masculinas. La madera del sándalo, el cedro, el pino o el ciprés, son algunos de sus componentes principales. Fahrenheit de Christian Dior pertenece a esta familia.
Ámbar u Oriental. Las fragancias de esta familia evocan especias y esencias exóticas ,y se obtienen de la mezcla de vainilla, ámbar y almizcle. Deben su nombre al ámbar gris, una secreción de los cachalotes muy utilizada en perfumería a comienzos del siglo XX y que actualmente se sustituye por elementos sintéticos. Su aroma suele ser dulce e intenso.
Cuero. Sus notas tratan de reproducir el olor característico del cuero, con notas de humo, de abedul, de tabaco y de madera quemada. Los cueros están suavizados por notas florales, como las del lirio y de la violeta, y suelen producir fragancias masculinas.
El hecho de que estas clasificaciones tengan nombres franceses no es casualidad, ya que la perfumería moderna tal y como la conocemos hoy en día, se originó en Francia a principios de los años XX. De hecho la evolución de la perfumería se asociará para siempre con la alta costura en 1924, cuando la casa Chanel lanza al mercado su mítico Chanel Nº5. Dior, Lanvin y cualquier otro modisto que se preciase tenía su propio perfume ya en la década de los 50. Habían encontrado la varita mágica de hacer llegar un producto de lujo al público generalista.
¿Pero de verdad un perfume habla de nosotros? ¿Se puede adivinar algún atisbo de nuestra personalidad según el aroma que desprendemos? Al parecer, hay estudios al respecto que demuestran la importancia que los olores tienen para la psicología. Existen indicaciones que dicen que cuando una persona se perfuma se debe a que tienen un buen concepto de sí mismo y una autoestima más elevada. También, se ha publicado que aquellos que desean destacarse socialmente emplean diferentes fragancias, mientras que quienes quieren tener un perfil más bajo socialmente tienden a emplear una sola fragancia.
Sin embargo, lo que parece más evidente es que la mayoría de las personas tendemos a elegir uno u otro perfume en función de nuestros gustos y de algunos conceptos marketinianos, de asociación de ideas, deseo de pertenencia a un grupo social, imagen de marca, atractivo sexual, etc.
Sobre perfumes también parece que hay calidades, cuenta de ello se hace The Fragance Foundation otorgando sus premios anuales a los mejores perfumes desde hace más de 50 años.
¿Qué pensáis vosotros? ¿Sois fieles siempre al mismo perfume? ¿Creéis que hay alguno mejor que otro? ¿Hay alguno en vuestra carta a los Reyes Magos?
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