En este mundo de bombardeo de estímulos, de agendas frenéticas, de obligaciones que nos imponemos, de querer llegar a todo, donde parece que si no estás a tope todos los días haciendo mil cosas -o incluso si te atreves a dormir 8 horas- te califican de vago, es difícil a veces parar. Parar del todo, a no hacer nada. Absolutamente nada. ¿Cuándo fue vuestra última vez?
Hace unos días, mientras veíamos una serie después de cenar en nuestro ratito de relax del final del día, David tuvo que bajar a los perros a la calle un momento porque, ya sabéis, necesidades de última hora. Mientras les esperaba en el sofá, en lugar de pasar relajadamente esos cinco minutos escasos que iban a ser, me puse a:
-Terminar de leerme la revista Elle del mes pasado antes de que saliera a la venta la de este mes para quitarla de enmedio.
-Revisar los mensajes en Instagram para dejarlos contestados para el día siguiente.
-Echar la lotería online.
-Comprobar si había dejado preparados la foto y el texto de Instagram del día siguiente.
-Revisar si tenía alguna tarea del día siguiente en la agenda que pudiera ir adelantando.
¿Os ha estresado leer esto tanto como a mí? Pues imaginad tener la cabeza como para ponerse a hacerlo en cinco minutos y creerme que lo iba a terminar todo.
En fin, esa es la historia de mi día a día: no consigo no hacer nada. Aprovecho cualquier resquicio de tiempo para hacer multitasking, que está muy bien si quieres aprovechar el tiempo (como os decía en mi último vídeo en YouTube donde os daba más ideas para eso), pero sin llevarlo a las últimas consecuencias. Porque es que yo soy de las que mientras atiendo una llamada voy respondiendo un mail o limpiando el polvo; mientras me lavo los dientes estoy preparando el bolso del gym o pensando qué me voy a poner mañana; mientras cocino edito fotos... Y no se puede. Ni se debe.
Nuestro cerebro y nuestro bienestar se merecen y necesitan un respiro de vez en cuando. No hacer absolutamente nada. Solo respirar, observar a nuestro alrededor, disfrutar de esos pájaros que cantan, del olor de la leña que ya empieza a arder en las chimeneas, del sabor del café que estamos tomando, o ponernos una canción y dedicarnos solamente a escucharla y cantarla... Así que ese es el propósito que me he puesto. No es de año nuevo ni de curso nuevo porque estamos a finales de octubre, pero cuanto antes empiece mejor para mi salud mental.
Recuerdo que hace tiempo conseguía incluso meditar de vez en cuando, y hace ya mil años que no lo hago. Debería retomarlo, pero vamos, que me conformo con pararme a inhalar y exhalar profundamente durante unos minutos mientras mis pulsaciones bajan y mis manos se relajan (¿no os pasa que cuando estáis estresados apretáis los puños sin daros cuenta?).
La intención de escribir este post es haceros recapacitar por si a vosotros os pasa como a mí y a lo mejor no os estáis dando cuenta. Si tenéis hijos y un trabajo con un horario fijo lo mismo esáis peor que yo, jajaja. Así que hala, a pararse un poco a no hacer nada. Aunque sean cinco minutos, pero todos los días. ¿Nos lo ponemos de reto?
Fotos: Jesús Escudero y Javiindy.
Fuente: este post proviene de Fitness & Chicness, donde puedes consultar el contenido original.
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