Las que también me seguís por Facebook e Instagram, ya sabéis que este sábado, día 23, tenía lugar la Gran Final de la II Edición del Dancestyle G.A.. Una Final que viví de manera diferente a como la había vivido el pasado año; más especial, si cabe. Ya que, además de tener el privilegio de conducirla al igual que había hecho en la I Edición allá por Junio de 2017, se me brindó la posibilidad de participar de una forma más original, aportando mi pequeño granito de arena, mi toque personal... Y os estaréis preguntando ¿cómo? La respuesta es sencilla: del mejor modo posible que se me ocurrió hacerlo para sorprender a los chavales... ¡¡¡BAILANDO!!!
Sí, sí, como lo oís. Imaginaos la situación que se me planteaba ante mis ojos... Yo, demostrando mis escasas (o nulas) dotes como bailarina al más puro estilo de "Bailando con las Estrellas" frente a un abarrotado Teatro con capacidad para casi 700 personas y un público súper exigente que llevaba más de 5 meses viendo cómo el Jurado de cada Gala (3 bailarines profesionales) hacían su entrada triunfal con una puesta en escena espectacular, apoteósica, memorable... dejándonos a todos boquiabiertos... Jijiji.
Y es que en esta Edición se nos ocurrió que en cada Fase, los Miembros del Tribunal, además de evaluar minuciosamente el trabajo de nuestros participantes y proclamar a sus grupos favoritos de cada categoría como los vencedores de la Jornada, hicieran alarde de su talento y nos deleitaran con numerazos que pasasen a formar parte de la historia de este Concurso, como así ha sido. Además, hemos tenido gran diversidad de perfiles; todos ellos con un nivel sobresaliente y súper carismáticos. Porque yo siempre digo que, aparte de un talento intrínseco y unas cualidades extraordinarias para el baile que ya vienen de serie, se necesita dedicación y muchas horas de trabajo.
En la Final de 2017, la Organización del Campeonato (formada por los responsables de las Academias fundadoras) también había querido ofrecernos una actuación impecable, digna de ser recordada y estaba claro que ahora en 2018 iban a repetir experiencia.
Por eso, este año, y tras muchas peticiones por parte de concursantes, compañeros, amigos, familiares, etc. quise implicarme más aún en este proyecto que ha sido clave en los dos últimos años de mi vida y, por fin, experimentar en mis propias carnes los nervios, la tensión y la adrenalina que sienten los aspirantes cuando pisan las tablas. Ha sido este sábado cuando he llegado a comprender realmente todo lo que sentían momentos previos a la actuación y durante los interminables minutos que duraba la misma y que, pese a los consejos de los expertos (muestra actitud, fuerza, garra, trabaja la expresión, la coordinación, no pierdas el ritmo, quiero ver limpieza en los movimientos, en los pasos...), cuando te subes a "darlo todo", se te olvida casi hasta cómo te llamas... Jijiji. Tu cabeza va por un lado y tu cuerpo por otro... Jijiji. Te falta concentración... Por mucho que hayas ensayado... esa aparente seguridad que tenías, se te va. Es como si te faltara potencia, energía...
El caso es que para mí era un reto importantísimo que tenía claro que quería afrontar y superar con nota porque, aunque en esta vida haya probado muchas cosas, jamás me había atrevido con la salsa y en ese terreno del baile estaba muy pez todavía. Pero quería salirme de mi zona de confort, arriesgarme y hacer algo atrevido. Sentir esa magia de la que tanto hablan los artistas... Además, me aprendí los pasos de la coreo en tiempo récord y ahora que le he cogido el gustillo, no descarto seguir practicando.
En esta ocasión, elegí un vestido de Píkara (una de mis boutiques favoritas) con largo asimétrico (corto por delante, para lucir pierna, y, largo por detrás, para que la cola me diese más movimiento, "visualmente hablando", al menear mi "cu-cu" al ritmo de la versión salsa de Pitbull Ft. Mahombi, Wisin "Baddest Girl in Town") y, rompiendo con toda superstición, en amarillo (un color prohibido en el mundo de la escena desde que el mítico dramaturgo, actor y director francés Molière muriera interpretando el papel principal de su última obra "El enfermo imaginario" en 1673, vestido de esta guisa).
Sin duda, una experiencia muy bonita que os invito a probar si tenéis ocasión porque, creedme cuando os digo que el subidón que te da cuando el público se rinde a tus pies es tremendo. Te vienes arriba... te emocionas... lo petas. Es como si te subieras a una montaña rusa de sensaciones que nunca antes hubieras experimentado... Sientes estremecimiento... un cosquilleo en el estómago...
¡¡Brutal!!!