No sólo de trapos vive el hombre… quiero compartir con vosotros algunas de las fotografías que tome en mí último viaje por Túnez. Normalmente acostumbro a viajar sin cámara ni móvil para poder desconectar al cien por cien, sin embargo cuando no paras de ver cosas bonitas llega el arrepentimiento y los típicos “si hubiese …” Este verano me hice responsable, tanto de cargar con ella como de inmortalizar todo aquello que iba captando mí atención.
Me encanta descubrir países exóticos, con culturas totalmente diferentes a la nuestra, empaparme de sus costumbres y tradiciones y como no admirar sus monumentos y artesanías. Para ser mí primera vez detrás del objetivo estoy bastante satisfecha con el resultado, consciente de que me queda muchísisisisisimo por aprender me quedo con la mejor parte: lo que pude disfrutar eternizando los paisajes tunecinos, me hubiese gustado retratar alguna de sus gentes de mirada penetrante y sonrisa amable, pero poco a poco… de momento me quedo con los pequeños detalles que hacen grande y diferente este país.
Cierto es que con el tiempo muchos recuerdos se van borrando, de mis viajes siempre recuerdo perfectamente la primera impresión al llegar a mí destino. Tras mí experiencia en Turquía y Marruecos, pensé que sería parecida y predominaría la pobreza un paisaje un tanto desolador. Tunez me sorprendió a medida avanzábamos hacía nuestra primera parada: Kantaoui, se observaban grandes edificios, incluso algún que otro rascacielos, también llamó mí atención la presencia de numerosas multinacionales. Pero esto no sería lo que veríamos el resto de días…
… el sur de Túnez distaba mucho a la primera impresión, pude conocer la verdadera esencia de esta tierra, adentrarme en el gran desierto a lomos de un dromedario, beber el mejor té a la menta, visitar una auténtica casa troglodita, saborear alguno de sus platos y dulces tradicionales y como era de esperar regatear alguna que otra vez.
A diferencia de Marruecos, repleto de colores, brillos y destellos, Túnez destaca por su armonía, el blanco y azul predomina por todo el país, al igual que los colores suaves, la extravagancia no tiene hueco, tanto sus construcciones como sus cerámicas son elegantes, en líneas sencillas huyendo de lo recargado y llamativo. Su olor también es diferente, nada que ver con los miles de aromas entre mezclados a nargiles y especias marroquíes o turcos, Túnez huele a mar, sin más…
… sus playas son sin duda otro de sus grandes atractivos, agua cristalino y arena fina que se extienden en kilómetros, un paraíso que invita a quedarte, pero todo lo que os pueda contar o mostrar en este post se queda corto… por eso os invito a que os perdáis por las playas y el desierto tunecino y viváis vuestra propia aventura. Aunque siempre que regreso de un lugar digo que volveré, en el fondo se que me estoy auto engañando, pues por muy bonito que sea el mundo es demasiado grande como para repetir un destino.