Todos (...) hemos escuchado en algún momento u otro la frase la moda es aspiracional
Estoy perfectamente consciente del privilegio con el que he crecido. Yo soy de esas personas que tuvo la oportunidad de estar en escuelas privadas desde el kinder hasta la universidad. Nunca me faltó nada, y es más, mis papás tuvieron los medios de cumplirme más de un capricho a lo largo de mi vida. He viajado fuera de México varias veces, las famosas palancas me han facilitado la vida en más de una ocasión Soy de cierto modo el estereotipo aspiracional que la industria de la moda promueve.
Ojo, en ningún momento me quejo de mi situación. Estoy consciente de que mi vida ha sido en gran parte moldeada por el esfuerzo de mis papás y que lo que tengo me lo han podido dar gracias a ese esfuerzo y trabajo. No, no soy una malagradecida que se queja de lo que tiene. No creo que ser de familia bien, tener cierto estatus social o haber crecido de la manera que crecí esté mal. Lo que sí está mal es no aprovechar las herramientas que se nos dan para generar un cambio, aunque sea chiquito; lo que sí está mal es no querer salir de la burbujita de comodidad que nos creó la American School of Tampico (o cualquier otra escuela privada de ese tipo) y pretender vivir con los ojos cerrados, ignorando lo que pasa a nuestro alrededor. Mi situación de nacimiento no fue elección mía, pero lo que hago con las herramientas que me han sido dadas gracias a ella, si lo es.
Me acuerdo muy bien, que desde que empecé la carrera en 2011 tenía la idea de ofrecer al mercado masivo las herramientas (la ropa, pues) para que se pudieran expresar de la manera que les diera la gana mediante su ropa. Mi tirada nunca fue tener una tienda tipo Zara, H&M o Forever21, que aunque sí son bastante más accesibles que las grandes marcas de prêt-a-porter, muchas siguen teniendo ese aire de exclusividad que excluye a parte de la población.
Entiendo que hoy en día hay un estigma enorme en contra de la producción masiva, y que lo in es ser eco-friendly, usar slow-fashion y diseñadores locales o indies. Está padrísimo todo el concepto de mejorar la calidad de vida de los trabajadores de las maquilas y de crear una revolución en nuestra industria para combatir las prácticas de producción masiva injustas. Es necesario mejorar la manera en que consumimos y manejamos nuestra industria, sino por el bien de las demás personas que intervienen en la cadena de producción, al menos por nosotros mismos y por mejorar el mundo en el que nosotros vivimos.
Si bien lo anterior es muy cierto, que la industria tiene cada vez menos interés en la producción en masa, también es cierto que el 90% de la población del mundo, si no es que más, no tiene (y posiblemente no tendrá, al menos no en ningún momento próximo) acceso al slow fashion, o a las piezas de diseñadores indies y locales, que suelen ser mucho más caras (y con toda razón). Por años, la industria de la moda se ha dedicado a dar herramientas de expresión creativa a las personas con un poder adquisitivo medio-alto, siempre bajo el pretexto de que la moda es algo aspiracional y que por consecuencia, no todos deben tener acceso a ella. Disculpen, queridos ex-maestros, pero la moda no debería ser aspiracional.
Lo que hoy conocemos como moda, empezó hace siglos, cuando los primeros seres humanos buscaban protección contra el clima o cualquier otro peligro de su vida cotidiana. El gusto de los seres humanos por usar ropa que se adapte a quienes somos y lo que sentimos no sabe de clases sociales ni de poder adquisitivo o color de piel; no sabe de apellidos fancy o de familias bien. Una de las principales cosas que me atrajo al mundo de la moda, es precisamente que cada individuo tiene dentro de sí mismo la capacidad de expresarse con su vestimenta sin importar su orientación sexual, discapacidad (sea física o mental), color de piel o cualquier otro diferenciador que se nos pueda ocurrir.
(...) Dejar fuera al 90% de la población deja fuera una enorme cantidad de ventas potenciales (...) y nos impide explotar todo nuestro poder creativo a su máxima capacidad
Me parece ridículo que nuestra industria considere como revolucionario o arriesgado el poner a una modelo de piel oscura en la portada de una revista. ¿Acaso es realmente revolucionario encontrar belleza en algo que no se parece a nosotros (por nosotros me refiero no a un grupo específico, sino al ideal que maneja la industria de la moda como estándar? ¿En serio ver a una niña de rasgos indígenas con ojos claros es motivo de noticia por su belleza exótica? Es momento de darnos cuenta que la belleza es algo relativo, que, como bien dicen muchos, está en los ojos de quien mira.
La discriminación es algo que, por desgracia, ha existido tanto en la historia del mundo y de México, como en la historia de la moda desde siempre. Es momento de darnos cuenta, como industria y como sociedad, que la idea de desarrollarnos en un ambiente con diversidad (étnica, religiosa, cultural, de orientación sexual, social, edad o capacidades físicas) nos otorga una visión real del panorama del mundo en el que vivimos, y al que muchos de nosotros pretendemos vestir.
Continuar perpetuando la idea de que nuestra industria debe estar repleta de personas perfectas, de piel blanca, ojos claros y larga cabellera rubia, con chequeras infinitas y tallas de un solo dígito no beneficia a nadie. Es momento de darnos cuenta que estas ideas anticuadas y discriminatorias de una industria aspiracional, no hacen más que delatar una tremenda falta de contacto con la realidad.
Regir nuestras vidas y nuestros negocios de moda bajo estas ideas no sólo resulta una mala decisión de negocios, ya que al dejar fuera al 90% de la población, se deja fuera una enorme cantidad de ventas potenciales, sino que nos impide explotar todo nuestro poder creativo a su máxima capacidad. Al negarnos a aceptar lo diferente a nosotros mismos, nos cerramos las puertas a un mundo de posible inspiración y de información que compartir.
Una de mis primeras ideas al iniciar mi carrera de diseño de modas, fue crear líneas de ropa de difusión masiva, que estuviera disponible en supermercados nacionales, a precios accesibles para la mayor parte de la población mexicana. Esta idea no fue muy popular con mis compañeras de generación ni con la mayoría de mis maestros. Al contrario, me hicieron saber que lo correcto (o al menos lo que ellos consideraban correcto) era crear ropa para chavitas bien, que pudieran pagar los altos precios de la ropa que yo como diseñadora de modas produciría.
Lo fácil es voltear a ver al país vecino y criticar a su nuevo presidente por sus comentarios ignorantes y discriminatorios, pero no olvidemos vernos al espejo y permitámonos darnos cuenta que es posible que nosotros caigamos en errores similares.
Lo fácil es voltear a ver al país vecino y criticar a su nuevo presidente por sus comentarios ignorantes y discriminatorios, pero no olvidemos vernos al espejo y permitámonos darnos cuenta que es posible que nosotros caigamos en errores similares. No olvidemos que la diversidad es precisamente lo que hace a nuestra sociedad, y a la industria de la moda, lo que es. Si bien es cierto que las clases sociales, o al menos la disparidad entre una y otra, no desaparecerán de un día para otro, el primer paso para cambiar es aceptar que existe un problema y corregir la manera en que pensamos y nos comportamos.
Es el momento de dejar de decir cosas como belleza exótica, belleza étnica o belleza a pesar de, y decir simplemente belleza. Es momento de aceptar la diversidad como algo que nos nutre y nos hace mejores, y no verla como un problema que es necesario erradicar. Dejemos esas ideas en el pasado, plasmadas como testimonio de los errores de nuestros antepasados en las páginas de los libros de historia, y dediquémonos a escribir en los libros del futuro que fuimos la generación del cambio, de la aceptación, y del fin de la industria de la moda aspiracional.
Xo,
C.