Pues sí. Yo me incluyo entre ese grupo de mujeres que se estudian las tendencias de cada temporada, disfrutan admirando cómo las reinas del street style las ponen en práctica, se repiten en silencio que eso no se lo pondrían nunca en la vida y, después de varias revistas, varios escaparates y alguna inspiración ultraterrena, acaban deseando poseer todas y cada una de las propuestas fashionistas. Y es que pienso, ¿para qué voy a vestir siempre igual, temporada tras temporada, pudiendo vivir la emoción de enfundarme en diseños de arrolladora personalidad? Yo lo equiparo a los nervios que sienten los artistas poco antes de que su obra vea la luz. Esa misma ilusión siento yo cuando voy a estrenar una de esas piezas innovadoras y atrevidas, que me hacen sentir el momento de vestirme tal y como si fuera un juego. Esos pelos en abrigos, colgantes y zapatos; esos bolsos en miniatura; los calcetines asomando de unos clásicos mocasines o de unas dulces merceditas; esos flecos… Y junto a prendas mini, cortes maxi en culottes, abrigos y tops de estilo cocoon; mangas extralarge y chalecos infinitos. Y una vez más, el clasicismo se apodera de estampados british en americanas estructuradas y deportivas de blanco impoluto combinadas con unos mum jeans.
Y si recapacitmos, una vez más, concluimos de nuevo que la moda es una rueda. Y me viene a la cabeza el “Laberinto de Fortuna”, de Juan de Mena, que iba repartiendo lo bueno y lo malo, a unos y otros, allá por el siglo XV. Así mismo, las tendencias más afortunadas de décadas pasada tienen la suerte de ser elegidas y rescatadas del olvido (al contrario de otras muchas, que tal vez resurjan en temporadas venideras) para que nosotros tengamos el privilegio de sacarlas a relucir una vez más. Y aquí mi selección de imágenes, que representarían esa oda al pasado que tanto nos gusta representar.
Imágenes: www.vogue.es
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