Todos sabemos de esas tardes de domingo en las que apetece quedar a tomar algo rico con amigos o familia, pero en las que aun aprieta el frío en Cartagena y descartamos una terraza.
Villa Esperanza es el sitio perfecto para esos momentos por acogedor, original y mágico. Pura VIDA LENTA.
Este invierno unos amigos nos hablaron de este lugar y decidimos probar a terminar aquí una copiosa comida tomando un cocktail. Me quedé tan enamorada que desde entonces no he parado de ir por allí.
Se trata de un antiguo caserón modernista de principios del siglo XX situado en el Barrio Peral, que recuerda la época dorada que vivió esta ciudad, en las que las familias adineradas venían atraídas por la riquezas de las minas.
Igual que este, se construyeron gran cantidad de edificios y palacetes que siguen alegrando la vista de los que somos aficionados a los paseos por el casco antiguo.
El interior es aun más alucinante que el exterior porque parece que te teletransportas a otra época. Cada uno de los pequeños salones está ambientado en la época de la casa, cuidando al máximo los detalles. Libros, cuadros, vajilla, papel pintado y una escalera de madera bastante terrorífica. Una pena que no se pueda acceder al piso de arriba.
Hay una leyenda que dice que la casa está habitada por el fantasma del último dueño, que vaga por los salones, escurriéndose entre los visitante en forma de sombra. Y es que si hay algún sitio en el que te crees esta clase de cuentos, es aquí.
Cuando vamos con niños, a mí me encanta jugar a contarles la historia y animarles a buscarlo por los rincones.
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Los batidos, chocolate caliente, cocktails y cafés que sirven están deliciosos, aunque el servicio es un poco lento. El lado bueno es que mientras esperas a que te traigan tu bebida puedes levantarte y curiosear con tranquilidad por doquier.