En términos sentimentales, el tiempo no es una unidad de medida sino un estado: es joven quien tiene la determinación de serlo. Más, desafortunadamente, cuando se trata de cuestiones estéticas el tiempo demuestra su valor: el rostro de un hombre, sirve como testigo. Sí, naturalmente el tiempo corre para todos y la belleza que antes parecía imperecedera, con el pasar de los años comienza a tener fecha de caducidad y ocurre el envejecimiento de la piel.
En ese sentido, la piel se convierte en una marca, una prueba del tiempo. Pero, aun así, a falta de formas para neutralizar la vejez, existen métodos para retrasar los síntomas. No hablamos de ningún tipo de bálsamo o elixir, sería poco científico hacerlo, sino en todo caso de determinados hábitos y prácticas que pueden ayudar a mantener la belleza cutánea del rostro.
La piel a partir de los 30 años
A los treinta años, comienzan a notarse todos aquellos errores y aciertos propios de la juventud. Si durante épocas pasadas cuidamos el rostro y la piel de esa zona, llegaremos a los treinta en un estado bastante impecable, pero, por el contrario, si nunca nos preocupamos, bien, aquí, al soplar la vela número treinta, lo notaremos.
Durante los treinta surgen problemas como: las famosas “patas de gallo” alrededor de los ojos (aún no otras arrugas). Esto se debe la pérdida incipiente de elasticidad. Para contrarrestar el proceso es necesario: utilizar protectores cada vez que nos exponemos al sol, beber abundante agua, utilizar cremas humectantes (no tanto las hidratantes) ricas en ácido glicólico.
Además, otra dificultad frecuente tiene que ver con el surgimiento de pecas y manchas: el tratamiento para deshacerse de esas imperfecciones es similar al mencionado anteriormente, aunque, la pigmentación, poco se puede alterar.
Envejecimiento de la piel a los 40 años
Aunque cueste asimilarlo, con los cuarenta llegan las arrugas: principalmente en la frente -vinculadas con la posición durante el sueño- y también en las esquinas de la nariz y la boca -pliegues nasolabiales-. A esto debemos sumar un notable resecamiento en la piel lo cual, naturalmente, la vuelve más débil.
¿Qué hacer, entonces? Intensificar los cuidados: aplicar cremas y utilizar protectores con mayor frecuencia. También sirve el cambio de ciertos hábitos como, dormir boca arriba y controlar el sobrepeso para evitar las modificaciones constantes en la piel.
El rostro después de los 50 años
Vale decir que, una vez en los cincuenta, tenemos la última oportunidad para cuidar la piel pues, de allí en adelante, ningún cambia será notorio. Llegados los cincuenta, por cuestiones biológicas se retrasa la actividad de las glándulas sebáceas de la piel, tornando a la piel aún más reseca y escamosa.
Naturalmente, continúa la pérdida de la pigmentación y aumentan las manchas. Las arrugas se extienden alrededor de la mandíbula y el mentón. En este caso, al margen de los cuidados relacionados con el protector solar y las cremas, es posible útil usar productos más potentes como cremas blanqueadoras para quitar las manchas.
Además, se debe incrementar la ingesta de agua (de 2 litros y medio se debe pasar a, mínimo, 3 y medio). Con respecto a las arrugas, la mejor opción es la cirugía. Y la aceptación del tiempo: si llegamos a los cincuenta y nuestra estética nos preocupa al punto de poner en riesgo la salud, nada de lo que hicimos antes valió la pena…