Tuvimos un proyecto en el trabajo que salió en vivo el lunes 20, y yo lo di todo como siempre: largas horas, discusiones, finalizando detalles a último momento, y descubriendo con desesperación lo que me había olvidado de hacer.
Encima como tenía planeadas mis vacaciones volando a Buenos Aires el 22, porque hice los arreglos hace muchos meses cuando se suponía que el proyecto iría en vivo el primero de mes como es usual, y no el 20, tuve que agregar a mi larga lista de tareas preparar y dar sesiones de entranamiento para que un equipo me pudiera reemplazar.
¿No digo yo que hay que ponernos primeras en la agenda, que hay que ser egoístas y cuidarnos, que hay que dormir bien y mimarnos? Di demasiado y no presté atención a mis propias necesidades.
En qué estaría pensando cuando trabajé tanto y me estresé de manera que me bajaron las defensas, y después de un fin de semana de calorcito el famoso lunes 20 salí desabrigada y me pasé el día tiritando. El Pitufo no, él fue muy calentito a la escuela, pero yo me descuidé.
Me costó caro: el martes 21 amanecí con dolor de garganta y de oído, pensé que yendo a dormir temprano se me pasaría, y a duras penas pude dormir entre el dolor y la fiebre. Terminé corriendo al médico y comprándo los antibióticos justo antes de tomar el avión.
Ya me ha pasado, el patrón se repite: trabajar hasta el ultimísimo momento a ritmo enloquecido para dejar todo listo y poder irme de vacaciones, para caer enferma y cagarme las tan esperadas vacaciones. O correr contra reloj para dejarlo todo terminado y empezar la baja por maternidad, para romper bolsa despues de mandar el último email, 3 semanas adelantado, sin tener tiempo de preparar nada para la llegada del bebé (¡para eso iba a tomar esas 3 semanas!).
Nota recordatoria: “Cuida tu salud, es la única que tenés”.
Por eso cada vez que brindamos nos deseamos mutuamente “salud”, la salud es lo fundamental, lo que si te falta, nada más importa. Y desgraciadamente solemos darnos cuenta cuando ya es demasiado tarde.
Empecemos por la prevención, controlando el pronóstico del tiempo y vistiéndonos adecuadamente, aprendiendo a decir que no y así no recargarnos de tareas, descansando lo suficiente, y dedicando tiempo para disfrutar y sentirnos satisfechas y felices.
Pero también tenemos que hacer tiempo para hacernos ver por el médico y no saltearnos los chequeos regulares. ¿Cuándo fue que te hiciste la última mamografía? ¿El úlitmo análisis de sangre? Yo mejor ni les cuento.
Las desafío a llamar al médico de cabecera para hacer un plan anual de tests para detectar cualquier eventual problemita a tiempo.
Les propongo tomar una horita frente al espejo y de cabeza a pies mirar cada parte de nuestro cuerpo con amor y preguntarnos cómo nos sentimos, repasar cada centímetro cuadrado y hacer una lista con todos los pequeños detalles que nos preocupan. ¡No estoy hablando desde lo estético! ¡No me refiero a poner “celulitis” en la lista! Sino dolorcitos, molestias, algún lunarcito o bultito que no sabés qué es, ¿qué estás esperando para harte ver? Porque aunque sea inconscientemente, la preocupación está presente, y eso te roba energía que podrías mejor usar para elevar tu nivel de felicidad, satisfacción y placer de vivir.
Yo espero haber aprendido esta vez la lección, me quedé con el tanque vacío y el miércoles ya no pude trabajar como tenía planeado, y tuve que subir al avión en estado semicomatoso, menos mal que tuve suerte y el Pitufo durmió más que yo.
Empecé las vacaciones de manera accidentada, pero le dije a mi jefe que no trabajaría part-time como hasta me había planteado, estos días que pasaré con mi familia los voy a usar para recuperarme, relajarme, y disfrutar con tranquilidad.