En primer lugar, aconsejo perderse entre las callejuelas de sus dos ciudades más importantes: Ciudadela (en catalán, Ciudatella), con un encantador casco antiguo presidido por la Catedral, y Mahón (en catalán, Maó), con el segundo puerto natural más grande de Europa (situadas una en cada extremo) y de los tranquilos pueblos que se despliegan entre ambas, como Es Mercadal o Ferreries, entre otros muchos, para descubrir sus peculiaridades y convivir y disfrutar del plácido día a día de los menorquines. Es Mercadal, sin ir más lejos, acoge un mercado artesanal todos los jueves de 19 a 22h donde es posible hallar todo tipo de productos de artesanía menorquina, todo ello amenizado con actuaciones musicales en directo y bailes populares (yo me acerqué hasta allí un par de jueves y... genial). En Ferreries, por ejemplo, se pueden visitar varias fábricas de zapatos (yo estuve en la shop factory de MASCARÓ, Pretty Ballerinas y RIA) y muebles. Es una población más activa y dinámica dedicada a la industria.
Ciudadela, el segundo núcleo urbano de la isla por detrás de Mahón, tiene un aire clásico, muy señorial. Una ciudad tranquila, hospitalaria y acogedora, con solera aristocrática, que vive apegada a lo tradicional, conservando aún el encanto de una villa mediterránea antigua. Recorrer a pie, sin prisas, las calles estrechas de su casco histórico de origen medieval para saborear su aristocrática y elegante arquitectura, comprar productos de artesanía (albarcas, espartería, cestas de mimbre, sombreros de paja, cerámica...) y bisutería en el mercadillo hippie que todas las noches de verano se instala en la bajada al puerto, pasear por éste, hacer un alto en el camino y darse un capricho en alguno de sus numerosos restaurantes (recomiendo la caldereta de langosta y/o las berenjenas rellenas; platos típicos de la gastronomía de la isla por excelencia, con fama internacional) y tomar un gin con limonada después en cualquiera de las terrazas que hay al final del mismo, son algunas de las cosas que recomiendo hacer en Ciudadela.
Ayuntamiento de Ciudadela.
Puerto de Ciudadela.
Casco histórico de Ciudadela.
Ciudadela de noche.
Los puertos han sido la conexión de la isla con el mundo y la puerta de entrada de conquistadores, conocimientos y mercancías. Tanto en éste como en el de Mahón, más majestuoso, se puede palpar la cultura marinera y probar su cocina, como os decía antes.
Mahón, con un permanente aire colonial (huella imborrable de los doscientos años de dominación británica), es la capital política y administrativa de Menorca y su ciudad más importante. Posee un hermoso casco antiguo con empinadas callejuelas y plazas pintorescas llenas de sabor. Pero lo que más llama la atención es su privilegiada situación sobre su puerto (a los pies de la ciudad), que, con una longitud de 5,5 km, es considerado como uno de los mejores puertos naturales del mundo, razón por la que históricamente fue deseado por las armadas extrajeras. Deambular por el camino que lo bordea es un ejercicio relajante. A lo largo de los muelles se puede contemplar una intensa actividad portuaria, comercial, turística y pesquera con numerosos bares y restaurantes que sacan sus mesas a las terrazas del exterior.
Puerto de Mahón.
Buque escuela de la Marina Italiana "Amerigo Vespucci".
Calle céntrica de Mahón.
Mahón al caer la noche.
Próximo a Mahón se puede visitar el poblado de pescadores de Binibeca (Binibequer Vell). Sus calles estrechas y sus casas encaladas (que parecen sacadas de una postal) forman un laberinto en el que desearéis perderos durante un buen rato.
Las calles blancas y estrechas de Binibeca.
Atardecer en Binibeca.
Culturas milenarias han dejado su huella en monumentos megalíticos solemnes como La Naveta Des Tudons, todo un referente arqueológico. Es el monumento de la cultura pretalayótica más famoso de Menorca y uno de los mejor conservados. Se trata de una construcción funeraria colectiva donde se enterraban individuos pertenecientes a una misma comunidad, con forma de nave invertida (de ahí su nombre popular), de más de 3.000 años de antigüedad (el edificio más antiguo de toda la isla).
Se sitúa sobre una plataforma de piedra calcárea en forma de herradura y consta de dos plantas: la antecámara, a ras de suelo, y la cámara sepulcral. Fue construida con técnica ciclópea; es decir, con grandes piedras trabajadas encajadas entre ellas sin mortero. La puerta a través de la cual se accede a la antecámara (estrecha y baja) está orientada al oeste, hacia la puesta de sol.
Naveta Des Tudons.
Pero como ya os estaréis imaginando, no todo son monumentos y construcciones (que sin duda merecen una visita), sino también playas espectaculares de aguas totalmente cristalinas y fina arena y calas escondidas, bellísimas y salvajes, que me enamoraron como Macarella (una de las más famosas de Menorca), Macarelleta (su hermana pequeña y nudista), Tuqueta (mi cala preferida), Trebalúger (más virgen), Pregonda (totalmente distinta al resto por su color rojo que a más de una le haría pensar que está en la superficie de Marte), Galdana (más extensa y con un ambiente más familiar, donde además tuve la oportunidad de alquilar una barca a motor), Mitjana (al lado de cala Galdana) o Mitjaneta (casi unifamiliar), barrancos frondosos que se reparten por la zona sur, caminos por los que recorrer a pie, en bicicleta o a caballo la costa como el Camí de Cavalls (un sendero histórico bien señalizado que recorre todo el perímetro costero de la isla y que no debemos perdernos si queremos captar su auténtica belleza)... Por algo Menorca fue declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco en 1.993 debido a su diversidad ambiental y sus valores naturales. Un reconocimiento que premia, como digo, el equilibrio conseguido entre el desarrollo económico y la conservación del paisaje y el medio natural.
Os muestro unas pequeñas pinceladas de la otra cara de la moneda en el siguiente vídeo:
En definitiva, un destino único y diferenciado en una isla que convive en perfecta armonía con el paisaje y que nunca podré olvidar.