Hace unos meses, una de mis bloggers favoritas, Julia aka Gal Meets Glam, sacó su propia línea de vestidos. Estaban tan emocionada y me habían gustado tantísimo los sneak peeks que había ido sacando que tenía muy claro que quería uno de esos primeros vestidos.
En cuanto salieron, corrí a la tienda online para comprar este, el modelo Anne (todos los modelos llevan el nombre de alguna mujer que admira). Mi idea era enseñároslo antes, pero - y luego explico por qué - tuvo que estar más de un mes arreglándose en la modista, así que no pude estrenarlo hasta junio.
Por ese entonces, Manu y yo decidimos que íbamos a hacer una escapada a los campos de lavanda de Brihuega. Nunca habíamos estado y nos parecía que era algo que debíamos ver, al menos, una vez en la vida. Esta visita me pareció el momento ideal para sacar por fin mi nuevo Gal Meets Glam. Estoy muy enamorada del resultado y hoy lo comparto con vosotros.
Primero os hablaré del vestido.
Para mí, tener un GMG es algo muy especial. No son vestidos de fast fashion que puedes encontrar en cada escaparate de cada tienda de cada ciudad. Son diseños que llevan mucha ilusión en su confección - la cual, por cierto, es impecable - y que son el fruto del proyecto de una chica que tenía un sueño y que cada día lucha por que este siga adelante.
Son vestidos únicos, femeninos, preciosos, muy diferentes a todo lo que podáis ver en cualquier tienda. En concreto, el modelo Anne es un vestido de inspiración vintage, con un print de flores espectacular y que (¡OJO!) tiene bolsillos. Y si ya con lo de los bolsillos no te enamora... Yo ya no sé qué más hacer.
Sienta como un guante. Solo con ponérmelo ya siento que soy la mujer más sofisticada y chic del planeta.
PERO (porque todo tiene un pero), hay dos razones por las cuales no voy a volver a comprar un GMG pronto. La primera es que son vestidos que valen más de 100 euros cada uno. No tendría inconveniente en esto si estuvieran hechos en EEUU habiendo pagado sueldos dignos a los trabajadores, pero no es así. Este está fabricado en Asia.
Cuando tú compras un vestido de fast fashion (Zara, Mango, Springfield...), sabes lo que estás comprando. Son baratos porque se fabrican en países asiáticos en los que no se paga bien a los trabajadores. No creo que nadie se enorgullezca de esto, pero, por desgracia, no todo el mundo puede permitirse gastar más en su ropa, por lo que miramos para otro lado siendo conscientes del coste de nuestros actos.
Sin embargo, cuando tú aceptas pagar 150 euros por una prenda, es porque ese dinero va para costes de fabricación y de personal, porque su confección es realmente lo que vale.
La segunda razón es por las tallas. Como lo compré online, te advertían mucho de que mirases la tabla de medidas para escoger bien tu talla. Bueno, pues yo en España uso una 36, por lo que tenía pensado adquirir una talla 4. Pero según la tabla de medidas me correspondía una 10. ¡¡¡10!!!
Y pensé: bueno, será que yo estoy equivocada, mejor hacer caso. A pesar de todo, pedí una 8 porque mi intuición me decía que iba a ser demasiado. Como todo el mundo estaba comprando al mismo tiempo, la web se colapsó y dejó de funcionar el envío internacional. ¿Qué hice? Pedirlo como si fuera envío doméstico. Pensé: bueno, ya me dirán algo y lo solucionaremos.
Y sí. Me mandaron un e-mail para decirme que la web había fallado y que, como no era mi culpa y era su primer día, ellos corrían con los gastos de envío. ¡Para mí fue como si me tocara la lotería! El problema vino después. El vestido llegó y, obviamente, era DEMASIADO grande para mí.
Con la cosa esta del fallo en la página, no podía devolverlo porque no constaba que hubiera comprado. Y si se lo mandaba de vuelta y me daban otra talla, tendría que pagar todo. Lo único que pude hacer fue acudir a una modista. La modista me dijo que había que deshacer todo el vestido y reconfeccionarlo de nuevo. Total, que tardaron un mes y me costó lo mismo que me había ahorrado en los gastos de envío.
Por otro lado, Brihuega nos encantó. Es increíble que pueda existir un lugar así en España, como si fuera la Provenza francesa. Los campos de lavanda son enormes y huelen de maravilla. Incluso el zumbido de las abejas es adorable.
Pero lo mejor de este lugar es el pueblo y sus gentes. Es impresionante cómo todos los habitantes de Brihuega se implican en el festival. Todo el pueblo y sus negocios está decorado con motivos de color morado y cada cosa que hay está, de algún modo, relacionada con la lavanda. Vas a un café y te sirven limonada de lavanda, pintan alpargatas con ilustraciones de lavanda, en cada esquina puedes comprar esencias de lavanda...
Es uno de los pueblos más encantadores y bonitos que he conocido. Si podéis ir, la floración se produce a mediados de julio, por lo que se celebra el Festival de la Lavanda. Los fines de semana ponen un mercadillo precioso donde se puede comprar todo lo que te puedas imaginar que esté relacionado con esta planta.
Yo estoy convencida de que volveré otro año.
Fotos hechas por Manuel Laya
Aquí podéis ver el post que publicaron en el blog de Luxmantica
Vestido / Dress: Gal Meets Glam Collection
Sombrero / Hat: comprado en el mercado de Brihuega / purchased at the Brihuega market
Alpargatas / Espadrilles: Toni Pons