Desde dentro todo se vive de manera distinta, se siente en el ambiente ese sentimiento de intriga y nervios por cómo será, si todo saldrá bien y el qué dirán los expertos. La música anuncia impactante que el invierno ya no será igual, pues los tonos flúor de María Escoté destronan a los más apagados.
Las modelos desfilan seguras de sí mismas, a pesar de algún que otro tropezón que queda en el olvido, absorbido por los sorprendes diseños y la magia propia de la moda. El animal print de María Escoté promete protegernos del frío, mientras que el encaje se reafirma en verde y rosa chillón y las flores se estampan sobre el gélido plateado.
El terciopelo negro se deja ver entre las rayas para amortiguar el estado de shock de nuestras retinas, mientras que los brillos se concentran sobre cruces egipcias.
Por último, las tres joyas de la corona concentran una a una todas las miradas. Se trata de vestidos con falda asimétrica y con mucho movimiento, dejando en los espectadores un dulce sabor de boca que hace aplaudir como locos a la diseñadora.
Fotos: Vogue y Natalia Hernando
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