Ayer volví a ver Bienvenidos al Norte para celebrar que cumplimos medio año exiliados de la capital.
Ya la he incluido en el grupo de películas que marcan y significan literalmente una etapa de mi vida, como Casa de Locos o Cinema Paradiso . Más buenas o malas, la narran como si un usurpador se hubiera colado en mi cabeza y corazón para exprimir todo aquello en un guión, imágenes y música.
Volver a verlas es como hacer inventario de mis pasos. Algo así como hacer psicoanálisis seleccionando como herramienta la vista aérea de Google Maps de mi propia historia y situación. Hacerme recordar el por qué de ese o este momento para vivir más intensamente los pros del ahora.
Y es que reconozco que a veces me pongo en plan madrileña-melancólica, sobre todo, después de recibir visita de seres queridos en casa. Tres días de intensa convivencia, conversaciones y mucha actividad hace que los lazos de la distancia se estrechen y de penita decir hasta luego.
Después llega la sequía de la inspiración. La ausencia me despluma de creatividad y ganas de escribir. No me asomo por aquí en días.
Hasta que vuelvo a escuchar las señales como en El lado bueno de las cosas (otra a la lista).
Vuelvo a la carga teniendo en la cabeza que sólo hay una oportunidad de vivirlo. Que no puedo dejar escapar un estilo de vida como éste y los beneficios que ofrece una ciudad más pequeña y costera.
Detalle del Arsenal
Porque, aunque estoy lejos de familia y amigos de siempre, vivir en Cartagena es ALTAMENTE BENEFICIOSO PARA LA SALUD:
1. Tenemos sol todo el año.
El abrigo se usa y mucho. Pero ver por primera vez el cielo azul limpio de nubes de enero enmarcado con palmeras, fue algo extraordinario.
Y mientras los temporales azotaban el norte, Sam se baño en febrero en la playa de Calblanque.
Cala Cortina
Plaza del Ayuntamiento
2. Comemos fruta y verdura que sabe de verdad.
Desde que he llegado aquí, no perdono mi visita semanal a la tienda de siempre.
Mis imprescindibles son fresas, lechuga, pepinos y tomates.
http://www.consumoecologicoyecla.es/
3. Unas cañas se improvisan en 5 minutos, y en 30 -como mucho- ya estás en el bar.
Adoro a mis amigos, pero organizar un plan en Madrid supone planificarlo con varias semanas de antelación porque todo el mundo tiene las agendas a reventar.
Luego está el tema de las distancias...no todo el mundo vive en el centro y llevarse coche supone optar por un lugar donde se pueda aparcar, y eso en la capital es complicadito.
El aperitivo del pintor
4. La pasta da para mucho más.
De verdad que 15? cunden lo que 30 en Madrid.
Palacio Aguirre
5. No olemos el coche hasta que no vamos de visita el finde a Madrid.
Nuestras piernas nos llevan por sí mismas a trabajar, comprar, tapear, hacer deporte y visitar a familiares.
Depender sólo de tí mismo para llegar a los sitios comunes de tu día a día supone una paz infinita. De verdad que los atascos, apretujones en el Metro y esperas de autobuses no se echan nada de menos.
Casa Clares
6. La cultura está a flor de piel y hay mucho por ver.
Púnicos, romanos y burguesía opulente han dejado maravillas como el Teatro Romano, El Foro y preciosa arquitectura modernista por todo el centro.
7. El ritmo de la gente es lento y parase a intercambiar cuatro palabras con un desconocido no sólo es cosa de locos.
Adoro que la gente sea amable por la calle, que dediquen sin prisa una caricia o palabra amable a Sam. Dos días más tarde, cuando vuelves a coincidir, te saludan sin pudor.
El "efecto pueblo" fué una bendición para mí: a los quince días de llegar ya saludas con alegría a los camareros de los bares de al lado de casa, conversas un mínimo de 5 minutos con tu vecino cada vez que das con él y tus pasos al caminar son más lentos.
8. Vivir al lado del mar es un lujo que todo ser humano se debería conceder en alguna ocasión.
Todos hemos saboreado ese placer al menos en vacaciones.
A golpe de mar, pecho sereno.
Cal Pino