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La Piedra Turquesa: historia, propiedades y significado
Historia de la Turquesa
Propiedades físicas
Propiedades metafísicas y curativas
Cuidado y autenticidad
La Piedra Turquesa: historia, propiedades y significado
Historia de la Turquesa
La historia de la piedra turquesa se remonta a civilizaciones antiguas como los egipcios, persas y aztecas.
Las principales fuentes de turquesa se encuentran en regiones como Irán, Afganistán, China, México y Estados Unidos. Cada región produce turquesas con características únicas, desde los tonos intensos de las turquesas persas hasta los matices más suaves de las turquesas americanas.
En el Antiguo Egipto, la turquesa era apreciada como una gema protectora y símbolo de la vida eterna.
Los persas creían que la piedra traía buena suerte y la utilizaban para decorar sus palacios y joyas.
En América, las culturas nativas americanas la consideraban sagrada y la utilizaban en ceremonias/rituales por sus propiedades curativas y espirituales.
En la cultura islámica, la turquesa se considera auspiciosa y se usa ampliamente en joyería.
En el budismo tibetano, la turquesa es apreciada por su conexión con la sabiduría y la protección espiritual.
Propiedades físicas
La turquesa es una fosfato de aluminio y cobre que forma cristales microscópicos en su estructura.
Su color característico se debe a la presencia de cobre, mientras que las inclusiones de hierro pueden darle tonos más verdosos.
La dureza de la turquesa varía, pero en general es relativamente blanda, lo que facilita su tallado y uso en joyería.
Propiedades metafísicas y curativas
La turquesa ha sido apreciada por sus propiedades metafísicas en diversas tradiciones.
Protección (sobre todo en los niños)
Repele las energías negativas del entorno
Ayuda en la comunicación
Promueve la sinceridad y empatía
Alivia el estrés
En el ámbito de la curación, se dice que la turquesa fortalece el sistema inmunológico y alivia dolores físicos, aunque obviamente, no hay evidencias ni estudios médicos que así lo demuestren.
Cuidado y autenticidad
Dado que la turquesa es relativamente porosa, puede cambiar de color con el tiempo debido a la exposición a la luz y los productos químicos.
Para preservar su color y brillo, se recomienda evitar la exposición prolongada al sol y evitar el contacto con sustancias como perfumes y cosméticos.
La autenticidad de la turquesa es a menudo cuestionada, ya que existen imitaciones demasiado buenas en el mercado. Los compradores deben buscar asesoramiento de expertos y adquirir la piedra de fuentes confiables para garantizar su autenticidad.
Hoy en día existen muchas tiendas específicas locales donde puedes encontrarlas aunque si buscas ahorrar un poco, la mejor opción es internet.
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