Mono : Lavish Alice / Zapatos: Magrit
No es fácil soportar 10 cm de tacón de aguja. Los stiletto pueden llegar a ser una tortura, no nos engañemos. De hecho, estar familiarizadas con los tacones supone estarlo también en cierta manera con el dolor o la incomodidad.
Aunque no siempre, hay marcas que como Magrit han logrado tras casi un centenar de años de esfuerzo que los tacones altos lleguen a ser confortables. Gracias a su calce de calidad y sus inconfundibles hormas.
Además, esos cm que nos elevan del suelo, también nos estilizan y tienen la capacidad de cambiar nuestra perspectiva y nuestro estado de ánimo. Nos provocan una extraña pero placentera sensación de "empoderamiento", difícil de explicar pero a todas luces perceptible.
Y es que los tacones nos obligan a adoptar una determinada postura corporal, insostenible en el tiempo, pero que resulta elegante y sofisticada en pequeñas dosis.
Por eso, son los muchos peros que siguen a cualquier razonamiento disuasorio los que explican que los tacones hayan sido catapultados al olimpo de la moda y al rincón preferente de nuestro guardarropa.
Sin embargo, nuestra predilección por los zapatos de tacón no responde a una moda o tendencia efímera, sino a una atracción que se remonta a tiempos inmemoriales.
Fue el hombre, antes incluso que la mujer, el que recurrió a los tacones para distinguirse de sus iguales, llevar a cabo determinadas actividades o ganar unos cuantos cm. Así lo hicieron los jinetes persas, que empleaban calzado con tacón para cabalgar o los monarcas franceses que evidenciaban así su rango y categoría.
De vez en cuando, todas queremos sentirnos tan altas como las deidades del olimpo y gracias a MAGRIT eso es posible.
Fotografía: Alex López