Para mí es mucho más que la tendencia de este invierno. Juro que el terciopelo siempre me ha gustado para la casa y para llevarlo puesto.
No se trata sólo de un impulso de pasión fashion-tendenciero, sino de una relación de amor verdadero, del que dura para toda la vida.
Todo comenzó con una AMERICANA CRUZADA DE COLOR VERDE con botones dorados by Roberto Verino, que me agencié en un outlet hace unos añitos. Resulta que de repente me pegaba con todo. La pobre ya tiene las coderas desgastadas tras sufrir demasiados días de oficina.
La alegría fue inmensa cuando este otoño comencé a vislumbrar en los street style de las cabeceras de moda millones de VELVET LOOKS. Alegría no por desempolvar mis piezas bien guardadas en el armario (PORQUE ME LAS PONÍA SIEMPRE), sino porque aumentaba la oferta de productos y las tiendas estarían repletitas de posibles adquisiciones.
Y como en toda tendencia que se precie, deben existir unas reglas de oro para que todo tenga una razón de ser. Alejarse del todo-vale siempre es una buena idea.
Pero confieso que en esta ocasión no he indagado para dar con ellas. Sólo quiero contaros cuál es MI PERSONAL MANUAL DE USO. Ahí va:
Personalmente, para la casa prefiero el terciopelo en TONOS CLAROS O SEMICLAROS. Mis preferidos el maquillaje, tostado, turquesa, beiges, lavanda. Fucsia y morado también me encantan, pero mejor bien dosificados.
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Adoro el terciopelo en americanas, trajes de chaqueta, abrigos, complementos para el pelo, shorts, faldas, vestidos y pantalones. Mejor darle el protagonismo y rebajar la importancia de el resto de prendas que le acompañan. Si no, resulta demasiado recargado.
¿Y a vosotras? Contarme contarme. ¿Os mola el terciopelo?
Fuente: este post proviene de Antojada por Vocación, donde puedes consultar el contenido original.
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