Cuando agarramos algo con nuestras manos, dejamos nuestras huellas en ese algo que agarramos o tocamos. Y así el hombre en los siglos y por los siglos ha ido dejando huellas de todas clases, porque quieren que sepan que estuvo en ese lugar por diferentes razones.
Pero hay otros que quieren cubrir sus huellas, como en los cuentecitos de muñequitos que se devuelven con una rama y borran las huellas que van dejando y estas personas tienen razón en hacer lo que hacen.
Algunos por malos, pero los más por buenos. Generalmente estas huellas que quieren borrar en nuestra vida las personas son los padres, los abuelos, los tíos y tías que nos aman y que borran o esconden parcialmente esas huellas, hasta que tengamos la sabiduría suficiente para entender claramente las enseñanzas de ellos y podamos usarlas para nuestro beneficio y así mismo el beneficio de nuestros hijos.
¿Por eso debemos pensar que estamos enseñando como padres a nuestros hijos y nosotros como hijos explicarles a nuestros padres que nos están enseñando?
¿Que esperamos de nuestros padres? Y más todavía debemos saber que aquellos padres que asisten a una congregación deben rendir cuentas de sus malas actitudes, porque la disciplina es de Dios pero del hombre también.
Debemos dar, pero dar primeramente buenas enseñanzas para dejar huellas eternas, porque el que da buenas enseñanzas a sus hijos no sabe si tiene un Einstein o un novel de literatura, ciencias o quizás un artista famoso que haga historia en la meca del cine como Eva Longoria o quien sabe cuántas famosas mujeres y hombres en el mundo del espectáculo.
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