La mujer perfecta, en cuanto a cánones e ideales de belleza y modas se refiere, ha variado considerablemente desde la edad de piedra hasta la actualidad, en pleno siglo XXI y la historia del arte nos lo recuerda en forma de esculturas y pinturas célebres que admiramos en los museos más importantes del mundo entero.
Desde inicios del siglo XX además, la influencia del sector del cine, la música y la publicidad ha marcado y condicionado, inevitablemente, los gustos e ideales en búsqueda de la perfección de la belleza. Perfección que puede adquirirse en nuestro país gracias al sector de la cirugía estética en Barcelona, u otras ciudades españolas, uno de los que más ha crecido durante los últimos años, siendo la operación de aumento de senos, una de las intervenciones más solicitadas.
Empecemos por el principio…la mujer de la prehistoria se caracterizaba por un abultamiento considerable de senos, vientre y caderas, rasgos anatómicos considerados símbolo de fecundidad, descubiertos en el relieve de la Venus del Cuerno o la Venus de Willendorf, estatuilla antropomórfica con más de 20.000 años de historia.
En la antigua civilización egipcia el canon de belleza evoluciona para convertirse en un hecho de equilibrio estético en el que la armonía del cuerpo se medía utilizando el puño como unidad de medida para encontrar la proporción ideal. Las mujeres bellas debían ser delgadas pero con caderas anchas y pechos pequeños. Además, durante la época egipcia fue cuando se empezó a utilizar el maquillaje, tanto para mujeres como para hombres, para ensalzar las facciones del rostro y como alusión al dios Horus, cuyos ojos perfilados en negro destacaban enormemente. La belleza misteriosa y seductora de Cleopatra y la reina Nefertiti fue legendaria e imitada, hipnótica.
El ideal de belleza de la antigua Grecia se concebía como el resultado de cálculos matemáticos, medidas proporcionadas y fijación por la simetría, tal y como refleja Aristóteles en su Poética 145: Como lo bello, sea viviente o sea una cosa cualquiera compuesta de partes, no sólo supone que tenga ordenadas tales partes, sino también un tamaño que no debe ser casual, pues lo bello está en el tamaño y el orden… y, para muestra, La Venus de Milo.
Durante el renacimiento, en los siglos XV y XVI, el concepto de belleza se basa en características físicas bien conocidas como la piel blanca y ligeramente sonrosada en las mejillas, hombros y cintura estrechos, cadera y estómago redondeado, cabellos rubios largos, manos pequeñas, pies delgados, senos firmes y pequeños, cuello largo y labios también sonrosados, sin descuidar el cultivo intelectual, la mujer renacentista bella además, debía tener habilidades discursivas y filosóficas. ¿Quién no recuerda El nacimiento de Venus de Botticelli? Una de las obras de arte más admiradas y estudiadas.
Ya en el siglo XIX y a través del romanticismo y el realismo, la belleza de la mujer pasa por diferentes etapas para evolucionar hacia una mujer emancipada, libre y sensual, provocadora y estilizada.
Durante el siglo XX, diferentes movimientos artísticos presentan conceptos de belleza femeninos muy dispares, desde el Art Noveau al ArtDéco, pasando por el fauvismo y el cubismo, la belleza de la mujer se presenta de formas diversas y muy vanguardistas.
Brigitte Bardot, Sofía Loren, Marlene Dietrich, Audrey Hepburn, Marilyn Monroe, Twiggy, Isabella Rossellini o las supermodelos de la década de los 90, Linda Evangelista, Cindy Crawford, Elle McPherson… el ideal de belleza del siglo XX presenta un abanico de largo recorrido extremadamente sorprendente, e imitado.
Y, en la actualidad, ya en el siglo XXI, mujeres de la talla de Penélope Cruz, Miranda Kerr, Gisele Bundchen, Beyoncé, Monica Bellucci, Mila Kunis, Jennifer López, Angelina Jolie, Scarlett Johanson o Charlize Teron… la lista es interminable.
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